Esta es la historia de Serafín,
un ratón menudo. Cuando nació era tan pequeño, que su madre pensó que no
viviría. Sin embargo, era muy listo y gracias a su inteligencia logró
sobrevivir. Sus hermanos pensaban que era un ratón extraño, porque a diferencia
de ellos, no se dedicaba sólo a comer y dormir, sino que era muy curioso y
siempre estaba explorando los alrededores.
La familia vivía oculta en una
gran despensa donde había comida en abundancia, lo que propició que los
pequeños ratones se volvieran holgazanes y despreocupados. Serafín en cambio, y
gracias a su pequeño tamaño, accedía a los lugares más recónditos. De este modo
descubrió junto a la casa unos jardines que rodeaban un edificio gigantesco,
donde los humanos entraban y salían con asiduidad. Pronto aprendió a escapar y
buscar refugio, tras verse sorprendido por alguno de ellos. Pero después de que
este hecho se repitiera varias veces, un peligroso habitante llegó a la
vivienda, era un gato gris con unos enormes ojos verdes. Se llamaba León y era
muy astuto.
El ratón advertido por su madre
permaneció algunos días bajo la protección de la despensa, pero la necesidad de
aventura y que el aburrimiento era insoportable, hicieron que saliera de nuevo
al exterior. A partir de la llegada del felino extremaba las precauciones, pero
progresivamente recobró la confianza y nuevamente
se arriesgaba más, hasta que una mañana, León lo persiguió incansable
acorralándolo en la puerta del edificio. Afortunadamente el felino tenía
prohibida la entrada y Serafín, aprovechando su minúsculo tamaño, pasó sin ser
descubierto.
Una vez dentro, el interior
impresionó al roedor. Las paredes eran muy altas y estaban totalmente cubiertas
por estantes llenos de libros de todos los tamaños y materias. Frente a la librería, grandes ventanales
dejaban pasar la luz cálida iluminando las mesas y sillas que ocupaban toda la
sala. Había muchas personas que permanecían silenciosas, leyendo unas,
escribiendo otras. Serafín avanzó por la biblioteca sin hacer ruido y cuando un
lector salió de la sala para descansar, el ratón se encaramó hasta el libro
abierto y recorrió las páginas. Vio una lámina con colores brillantes y una
fila de palabras que explicaban la ilustración. El ratón quedó atónito al ver
tal maravilla.
De regreso a casa, sorprendió a
León que salía relamiéndose de la despensa. El muy truhán había descubierto el
escondite familiar. Serafín afligido se escondió en un rincón hasta que pasó el
peligro. Allí lo encontró uno de sus hermanos que lo estaba esperando para
contarle la tragedia y como todos consiguieron huir menos el más perezoso que
se demoró en escapar. Ahora estaban a salvo, lejos de la casa, donde el gato no
los encontraría. Serafín dudó un momento respecto a seguir a su familia o no,
finalmente decidió volver a la biblioteca y refugiarse dentro.
Pasaron los años y el ratón
pasaba los días leyendo en el depósito de la biblioteca, lejos de miradas
curiosas, saliendo al jardín sólo en busca de granos para alimentarse. De
cuando en cuando León lo descubría y lo perseguía tenazmente, pero Serafín era
cada vez más ingenioso esquivándolo.
Y por suerte, un día encontró un
libro sobre gatos, así descubrió como vivían, cazaban, sus gustos y manías y se
le ocurrió una idea genial para despistar a su enemigo. ¿Os la imagináis? El
ratón fue cogiendo los pelos que el gato iba perdiendo y con ellos fabricó un
mullido colchón donde descansar. De esta forma el cuerpo del pequeño roedor se
impregnó del olor del felino y éste ya no fue capaz de seguir su rastro. Desde
entonces Serafín vivió feliz sin preocuparse de León.
Lo importante no es nuestro
tamaño, sino aprovechar nuestra inteligencia.
Mari Carmen, conforme leías tu relato, yo estaba imaginándome en dibujos a Serafín. Ya sabes... hay que copiar a Rafi, así que para el próximo, lápiz y papel en mano y con un poco de colorido: ¡perfecto!.
ResponderEliminar