sábado, 31 de enero de 2015

La noche trágica que pudo ser peor

Autora: Rafaela Castro


Cuando mi hermano nació, de esto hace ya 56 años, en aquel tiempo fue de los primeros niños nacidos en el Materno del Clínico.
A mi madre la trajeron aquí a Granada dos semanas antes del parto, a casa de los señores del cortijo en el cual trabaja mi padre de guardia forestal.
Cuando mi madre me tuvo a mí no se quedó muy bien, y aquel embarazo fue complicado.
Al llevarse  a mi madre a Granada yo me quedé cuidando a mi padre, aconsejada por las vecinas cocinaba los potajes y los cocidos.
Era el mes de noviembre y empezó hacer frio y mucho aire, yo encendí la chimenea y al estar la puerta justo enfrente, el aire empujó el fuego prendiéndose  la chimenea llegando a salir por encima del tubo, una de mis vecinas tapó la entrada con una manta y en apariencia el fuego se apagó, al no tener respiración, pero se ve que en CAMARIN perdido había un viga que se fue requemando.
A las diez de la noche cuando ya íbamos a dormir, salió mi padre a ver si llovía y cambiaba el tiempo porque aquel año era muy seco. Ya podemos imaginar la sorpresa de mi padre al ver la montaña perfectamente iluminada, como si fuese de día, la camarada de arriba de la casa que era nuestro dormitorio estaba completamente en llamas.
Dentro de todo tuvimos la suerte de que era lunes y todos los obreros ayudaron lo que pudieron, y entre todos sofocaron el fuego. ¡Y todo esto con música de fondo! yo llorando ya que me sentía culpable del incendio, no paré de decir: ¡cuándo vuelva mi madre me mata! Y cuando mi madre llegó a los dos días con el niño en brazos, por supuesto no me mató, ¡esto es evidente!
Aquella noche fue siniestra, pero pudo ser peor si mi padre y yo nos hubiésemos acostado antes de salir el fuego al exterior.

Larga noche de invierno

Autora: Carmen Sánchez

La oscuridad aún cubre la ciudad. La luz de los restaurantes y locales nocturnos queda atrás cuando el automóvil se detiene en una de las calles más exclusivas del centro urbano.
Precedidos del escolta, el señor Alcalde y su esposa entran en su domicilio, tras una velada exquisita. Mientras la señora deja caer descuidadamente el visón sobre el canapé y se descalza camino del dormitorio, comenta  la amabilidad de la esposa del Consejero Delegado.
-  ¡Si hasta compartimos amigas! – dice con entusiasmo, y continúa: -La próxima semana me acompañará a la prueba del vestido, si, el de la recepción del Embajador, vendrá también Pilar, la esposa del Ministro-, y añade: -Se nota que están bien situados, ella es muy elegante y él tiene un aire distinguido, que destaca nada más verlo.
El marido se aleja y ella alza la voz para preguntarle:
-       ¿Cuánto hace que lo nombraron Consejero del Fondo de Inversión?- sin esperar respuesta continúa: -¿A este Fondo es al que vendisteis las viviendas del que todo el mundo habla?
Esa misma noche, en un barrio de la periferia, la desesperación acorrala a una familia. María Elena no ha dejado de llorar. ¿Qué va a ser de nosotros?- piensa una y otra vez, al tiempo que acaricia al niño pequeño que duerme ajeno a todo.
Mira por la ventana y siente que la oscuridad los protege.
– No vendrán hasta que sea de día- se dice a sí misma, pero se equivoca.
Rememora todo lo que ha pasado y siempre llega a la misma conclusión: sus vidas se torcieron hace un año, cuando el Ayuntamiento vendió el piso en el que viven de alquiler, pagando una renta social, a un Fondo de Inversión extranjero.
La nueva empresa compró todas las viviendas municipales  de la zona y como medida inicial les aumentó drásticamente el recibo de la comunidad, pero eso fue sólo el principio, posteriormente les subió la renta hasta triplicarla, de forma que a los pocos meses les fue imposible asumirla. Poco tiempo después a Juan lo despidieron. El subsidio apenas les llegaba y los trabajos ocasionales que conseguía cada vez estaban peor pagados. Para colmo, ella estaba embarazada y no se encontraba bien, así que tuvo que dejar de trabajar y al no estar asegurada perdió esos escasos ingresos que paliaban la maltrecha economía familiar. Este cúmulo de circunstancias dio lugar a que debieran diez mensualidades, ocasionando una deuda que no podían abordar. En esta precariedad nació Jesús y a los pocos días de su llegada, cuando aún estaba convaleciente del parto,  recibieron la primera notificación de desahucio.
Suspira al recordar que con el apoyo de los vecinos y la movilización de  otros afectados consiguieron retrasar lo inevitable, pero su rostro se ensombrece al pensar que  los “buitres” merodean y no abandonan su carnaza, y ella se siente carnaza. Ya sabían que la notificación volvería a llegar cualquier día. Y entonces piensa: - la Justicia no los ve, porque los poderosos lo controlan todo.
Y ese día es el que llegará con la primera luz del amanecer. Con estos pensamientos, se vuelve a preguntar: -¿Qué va a ser de nosotros? No tenemos familia a la que acudir. ¿Qué va a ser del niño, qué futuro le espera?
Aún no ha amanecido, pero el ruido en la calle le saca de sus pensamientos. Juan se acerca a la ventana y palidece. Varios furgones policiales invaden la calle.
Lejos de allí, en el Distrito Centro, Ramón Collado está haciendo su turno de noche. A primera hora, patrulla con su compañero por la calle, pero el “Barrio del Alcalde”, como se conoce a esa zona de la ciudad en la jerga policial,  es muy tranquilo y no ha habido ningún incidente, así que el resto de la guardia se resguardan del frío invernal dentro del furgón, pendientes de la emisora.
Ramón también está atento al móvil, porque su mujer está embarazada y le falta poco para salir de cuentas, de esta suerte, en cualquier momento le avisa.
De madrugada, antes del amanecer, reciben órdenes para ir de apoyo al Distrito Sur. Está prevista una actuación judicial, se trata de un desalojo. Los mandos deciden ejecutarlo  antes de que llegue la luz del día, por sorpresa, para que no haya  demasiado público. Pese a todo, les ordenan que se protejan porque es posible que los vecinos se movilicen y deben estar preparados para controlar la situación, si se pone violenta.
Ramón recuerda la última vez que participó en un desahucio, cuando dos policías resultaron heridos. No le gusta nada este tipo de intervenciones, pero cada vez son más frecuentes. Mientras su compañero comenta:
-       Serán otros “cabrones”, que no quieren pagar, como si todos no tuviéramos que apoquinar nuestras hipotecas.
Cuando llegan a la calle del domicilio en cuestión, a Ramón le sorprende el despliegue policial, hay ocho furgones acordonando la zona, como si de un atentado terrorista se tratara. Los cascos, los escudos y las porras intimidan a los ciudadanos, que ya se han congregado y  los miran con recelo, y ellos lo saben. Impasible, el cuerpo policial avanza hacia la vivienda, bajo los gritos desesperados y los insultos de los instigadores.
Los ciudadanos concentrados se agarran entre sí para formar una masa compacta que sin embargo, se diluye ante la embestida. Escudados en sus armazones impenetrables y blandiendo  las porras se abren paso, empujando y golpeando a los agitadores. La “máquina ejecutora” no se detiene hasta alcanzar el objetivo.
Juan sabe que todo está perdido, coge lo poco que los brazos le permiten abarcar y sale de la vivienda con la cabeza gacha, lo sigue su mujer con el hijo en brazos, que empieza en ese momento a llorar. Al pasar delante de Ramón, María Elena levanta la cabeza y exclama:
-       ¿Por qué hacéis esto?
Todas las personas reunidas comienzan a aplaudir y gritan consignas de ánimo hacia los desahuciados.
Amanece cuando la policía se retira del barrio. Ha sido una actuación limpia y rápida. Se acaba el turno y Ramón llega a casa. Su mujer duerme plácidamente mientras él entra en el baño y vomita.

viernes, 30 de enero de 2015

El visitante

Autora: Elena Casanova


Frente al espejo del cuarto de baño,  extiende el maquillaje con una brocha por todo su rostro;  con un tono  azulado da color a sus párpados mientras que unos brochazos rosados lo hacen en sus mejillas; con unas pinceladas de rímel logra dar grosor a las pestañas y un rojo intenso llena de vida sus  labios. Se ahueca el pelo, se calza unos zapatos de tacón bajo, alisa su falta, abrocha los botones de la camisa y termina colocándose un collar de abalorios encarnados.  Mira el resultado final en un gran espejo del dormitorio y se siente satisfecha.

Se dirige al comedor y saca de un cajón un fino mantel de hilo y lo coloca con mimo en la mesa baja, frente al sofá. De la vitrina coge dos copas y las coloca junto a las servilletas. En la cocina ya está  colocado primorosamente  el queso  en un plato y en una cesta el pan cortado. Escucha el timbre y antes de abrir la puerta llena las copas con un palo cortado, cuya delicadeza y  finura son celebradas por su invitado y en un viejo tocadiscos coloca un vinilo de tangos.

Abre la puerta y  aparece  un hombre alto, apuesto y bien vestido. Todos los días, al caer la noche, la visita durante un par de horas.  Se repite el mismo ritual: la entrega de una rosa amarilla y un beso en la mejilla.  Se sientan en el sofá y cuentan  historias de otros tiempos, de hace muchos, demasiados años. Recuerdan cuando eran jóvenes, entusiastas, con ganas de comerse el mundo; en multitud de ocasiones se habían hecho la promesa de  recorrer el planeta juntos. A los diecisiete años él  emigró con sus padres a un país donde se prometía un futuro mejor. Durante los primeros meses las cartas eran frecuentes, luego fueron espaciándose hasta que un día dejaron de escribirse.  Ella no perdió la esperanza de volver a verlo pero el tiempo le abrió los ojos y supo que jamás volvería; tuvo miedo de la soledad y un día decidió unir su vida a  la de otro hombre, al que quiso con moderación y templanza. Tuvo tres hijos y hacía un par de años volvió a quedarse sola.

El jamás toca  el vino de su copa ni tampoco prueba el queso que con tanto esmero le prepara, pero a ella no parece importarle y cada noche vuelve a disponer la mesa con el mismo entusiasmo. Casi siempre terminan la velada bailando. Envueltos en el cálido y dinámico sonido  del disco se mueven  con cierta dificultad, cierran los ojos e imaginan qué habría sido de su vida si no se hubieran separado.

Alrededor de las diez de la noche cuando se queda sola, la mujer apaga el tocadiscos, recoge la mesa, se lava la cara y se cepilla los dientes. Lentamente se deshace de los zapatos, falda, camisa y se coloca el pijama. Mira el reloj y descubre que es la hora de tomar su medicación. Entra en la cocina y coge la caja de L-dopa para el Parkinson. Mira el prospecto y vuelve a leer una vez más, como casi todas las noches, que ese medicamento, entre sus efectos secundarios, puede producir alucinaciones. Sonríe, coge una de las cápsulas y, mientras se la mete en la boca, piensa: ‘Algo positivo tendría que tener esta enfermedad, recuperar el amor de mi vida’.

miércoles, 28 de enero de 2015

Llega al alma

Autora: María Gutiérrez

Cantar es lo que María sabe hacer mejor desde muy niña y lo hace con tanto sentimiento, que todo lo que sale de su garganta lo convierte en arte puro. Posee un talento innato que roza la perfección, tiene duende que le sale desde la raíz del alma por todos los poros de su cuerpo, sabiendo conectar con el público, de una forma muy intima, despertando las emociones más ocultas.

Los temas de desamor son su fuerte, parece que habla de sus propias derrotas. Lo hace con tanto embrujo y sentimiento, que uno acaba imaginándose en la misma situación, compartiendo la pasión que ella vuelca a través del desgarro de su voz. Parecen vivencias reales que alguna vez en la vida cualquier persona ha podido sufrir.

Esa magia no ha pasado desapercibida como viento del invierno por el mundo de la música, tanto es así que ya ha sacado su primer disco. Con tan solo 18 años le queda mucho por delante porque a esa edad la vida se guarda muchas cosas por enseñar. Por mucho tiempo tiene que seguir interpretando lo que mejor sabe hacer la copla, erizándonos la piel y humedeciéndonos los ojos con esa sensibilidad como solo ella sabe hacer con esa voz inigualable. Posee el don de llegar al alma con solo una mirada, levantando pasiones con su finura y delicadeza.

A su corta edad ya le llaman "La Dama de la Copla" por ese derroche de arte y duende, siendo un verdadero placer poderla ver y oír  a la vez.


viernes, 23 de enero de 2015

La noche

Autora: Pilar Sanjuán


 La noche, en general, no tiene buena prensa. Ya Lope de Vega escribió en una de sus obras de teatro:
                                                 Que de noche le mataron
                                                 al caballero,
                                                 la gala de Medina,
                                                la flor de Olmedo.

 Y Sherlock Holmes acechaba a los criminales de noche, por las sórdidas, peligrosas y húmedas callejuelas en el Londres del S. XIX.

A los niños enfermos les sube la fiebre por la noche; otros tienen pesadillas en medio de la oscuridad y llaman angustiados a sus padres buscando protección.

Los malos instintos parece que se exacerban por la noche; ésta es proclive a las francachelas, juergas, desmadres, orgías y abusos sexuales.

A los presos se les hace la noche interminable, sin poder dormir, llenos de malos presagios y oyendo las pisadas de los carceleros, siempre amenazantes, o, como mínimo, inquietantes.

Si por alguna necesidad nos es preciso salir de noche, lo hacemos llenos de temor, recelo, sobresalto, oyendo ruidos que la oscuridad agranda.

Las noches de luna llena, para algunas personas supersticiosas, son las del hombre lobo que acecha a sus víctimas entre las sombras y se lanzan sobre ellas para aniquilarlas.

Cuando los jueces añaden en sus sentencias la coletilla “con nocturnidad y alevosía”, que tiemble el delincuente, porque esas circunstancias agravan su delito.

Pero la noche también tiene otras caras menos dramáticas, incluso placenteras. Es la noche – por ejemplo – que aprovechan los estudiantes para preparar sus exámenes, gozando de la tranquilidad y el silencio. Es también la noche de las lecturas reposadas y ensimismadas, cuando un buen libro ha caído en nuestras manos y lo saboreamos a placer.

La noche es también el momento idóneo para que científicos y estudiosos experimenten, inventen y hagan descubrimientos provechosos para la humanidad. Ramón y Cajal o madame Curie, ambos premios Nóbel, pasaban muchas noches en blanco, estudiando él las células y ella descubriendo la radiactividad y los rayos X.

Se cuenta una anécdota de Edison, el inventor de la bombilla incandescente, cuando era niño: Una noche tuvieron que operar a su madre a vida o muerte, a la luz de unas velas (aún estaba lejos de su invento de la bombilla). Su ingenio le hizo colocar un gran espejo detrás de las velas, que multiplicó la luz de éstas y así facilitó al Médico la operación.

Quizás el descubrimiento de la bombilla muchos años después tuvo algo que ver con el episodio de la operación de su madre, a la que adoraba, porque era la única que comprendía sus genialidades; su padre en cambio, no lo entendía en absoluto y recibió de él una bofetada tan brutal que lo dejó sordo de un oído para toda su vida.

La noche suele inspirar también a los poetas y escritores. Nos permite contemplar las estrellas, la luna con sus eclipses, la Vía Láctea, las constelaciones...

En todos estos casos y en otros muchos, la noche es la protagonista, ajena por completo a esas otras noches amenazadas por el hombre lobo.

La noche se presta también a confidencias entre personas amigas, a la satisfacción del amor pleno, a la oración entre la gente creyente. Suponemos que Santa Teresa de Jesús tendría sus éxtasis cuando a su celda llegaban el silencio y la oscuridad de la noche, cuando nadie la distraía de sus idilios con Cristo.

Yo, reivindico la noche; siempre me ha gustado estudiar, leer o escribir por la noche; hacer labores de punto, escuchar música, oír por radio las pocas emisiones interesantes que nos dan. Y en verano, en el campo, por la noche, ¿hay algo más placentero que escuchar el silencio, acompañado del canto de los grillos?

Y para terminar, reconciliémonos con ella diciendo... ¡Buenas noches!

jueves, 22 de enero de 2015

¡Qué noche!

Autor: Antonio Cobos

Siempre había tenido miedo a la noche, pero ahora la anhelaba. Sabía que era peligroso y era consciente de que nunca antes se le hubiera ocurrido que sería capaz de hacer una cosa así, pero no podía resistirse.

Se levantó con suavidad y se vistió despacio. Se enfundó aquella especie de uniforme negro, que su sastre le habían entregado en la víspera y que se adaptaba perfectamente a su cuerpo como un guante se adapta a la mano de su dueño. Era su talla, no había duda. Estaba apuesto con él a pesar de su tez tan blanca. Al salir, cogió su capa del perchero y la visión fugaz del forro de seda roja de la prenda le causó un vahído, del que se recuperó al momento.

Salió a la calle, anduvo unos pasos y reclamó a un cochero. Le dio unas señas y, desde el pescante y sin hablar, aquel taciturno conductor movió afirmativamente su cabeza. El carruaje atravesó tranquilamente la ciudad aproximándose a la orilla del caudaloso río que la cruzaba y que arrastraba aguas tenebrosas y oscuras. La luz de las velas de los dos faroles del carricoche, apenas alumbraban el paso a los caballos. Esporádicamente alguna luz amiga reforzaba la visión local del tramo recorrido bajo su radio de acción, y a medida que se acercaban a los bordes del Támesis, la niebla ligera del principio se iba haciendo más densa y más pesada.

Llegado a su destino, despidió al cochero y quedó con él, en el mismo lugar a una hora convenida. Nuestro hombre se perdió en un laberinto de pasajes  y callejuelas y pronto descubrió un posible objetivo. Una prostituta esperaba a un futuro cliente en la esquina de enfrente de lo que parecía ser un pub de mala muerte…

Manuel decidió levantarse y no esperar el final de la película. Se había equivocado totalmente al elegirla. El título “Unas semanas en Londres”, le había desorientado por entero,  él lo que buscaba era un poco de evasión, tras unos intensísimos días de trabajo. Salió del cine y decidió volver a casa andando para llegar cansado y dormir mejor. Era algo tarde, pero al día siguiente no tendría que madrugar y el hotel no estaba tan lejos. A los pocos minutos le pareció que una persona con la que se había cruzado, se había dado la vuelta y le seguía, pero no quería volver la cabeza. Pensó que era absurdo tener miedo y que  sería influencia de la película. No había nadie en la calle excepto él y la persona que le seguía por detrás. Decidió apretar el paso y la otra persona también lo hizo. Se paró de golpe y su perseguidor también se detuvo. No pasaba ni un taxi, ni siquiera un coche particular por la calle. Se armó de valor y se giró. Alguien se había ocultado en la entrada de una casa, pero se le veía pegado al portal. Sí, era la misma persona con la que se cruzó, con gabardina y sombrero.

Siguió andando ligero y la figura perseguidora anduvo ligera, echó a correr y el perseguidor corrió tras él. Se paró y se dio la vuelta y sí, allí estaba aquella gabardina con sombrero frente a él. Debajo llevaba un camisón.
 
 -Manuel - dijo Sara apagando la televisión y con un cierto tono de enfado – Te has vuelto a quedar dormido en el sofá – Y algo más cariñosa añadió – Anda, vente a la cama, que mañana temprano te vas de viaje a Londres.

En la noche

Autora: Amalia Conde

La noche es muy justiciera porque desde que se pone el sol ya estás haciendo cuentas: Que son las “tantas” y el marido no ha llegado, y lo mismo con los hijos... tú quisieras que desde que le ponen una cortina negra al Sol tus hijos y tu marido ya estuvieran en casa, como si la noche se dedicara a robar personas, cuando para lo malo, igual que para lo bueno, la noche es como el día, y lo que tenemos que tener en cuenta es con quién está cada cual. 

La noche para muchas cosas es muy socorrida, por ejemplo, si tienes un novio del que estás muy enamorada pero tus padres no lo quieren, por el motivo que sea, pues esperas a que llegue la noche, te escapas de casa para verte con él donde sabes te espera, y bajo la oscuridad os contáis vuestras penas y alegrías. Y si estáis en la playa, donde las estrellas por la noche crecen el doble de lo normal, parecerá que estéis en el Paraíso y hasta se os olvidará que vuestros padres no están de acuerdo con vuestros amoríos.  
      
Creo que a muchas personas les ha pasado lo de tener un mueble o alguna otra cosa que ya no sirve para nada más que para estorbar. En mi casa era una mecedora que la pusieras en donde fuera estaba estorbando, pero no la podíamos tirar porque a mi abuela le podía dar un ataque. 

Una noche, después de acostarse mi abuela, mi hermano y yo, pensando que la noche nos ocultaba, pusimos la mecedora en la puerta de la calle, junto a la basura.  

Cuando mi abuela se despertó a media noche formó tal llantera al no encontrar su hamaca que tuvimos que ir de nuevo a traérsela… De nada sirvió esperar la noche, velar, ocultarnos del Alba.  

Noche de sombras

Autor: Antonio Pérez

Se vio envuelto en una profunda noche serena, cálida a la luz de la hoguera. Arrecostado se durmió en el saco de dormir, esponjoso de color rojo y nylon.

Levantándose rápido y en alerta vislumbró sombras tras arbustos y troncos, que giraban alrededor de él muy rápido. Cogió su escopeta y empezó a disparar a diestro y siniestro. No siendo efectivo cogió su cuchillo  de 20 cms y una antorcha y se abalanzó audaz hacia el perímetro marcado por las sombras. De repente despertó de esa horrible pesadilla.

Siendo casi las siete amaneciendo en el horizonte, empezó a recoger sus bártulos y apagando los rescoldos prosiguió su marcha hacia el punto planteado, dónde tenía conocimiento de que  pudiera haber gamos por esa zona para cazar.

Rosh Stinson era un buen cazador, se dedicaba única y exclusivamente a la venta de carne de caza y pieles. Era originario de Oklahoma, aunque desde hacía tiempo antes de enviudar, se trasladó a una pequeña granja del condado de Lane en Kansas. Situado en Dighton.

Ahora que estaba solo, paraba poco por la granja la cual la tenía bastante abandonada. Dejó de trabajarla y a dedicarse enteramente a la caza a la muerte de su esposa, es su refugio.

Desde hacía algún tiempo, era perseguido por los agentes forestales y la guardia estatal, ya que cazaba fuera de Veda y algunas veces hasta especies protegidas y prohibidas en peligro de extinción. Toda esta presión lo tenía trastornado, cada vez peor, huraño, fugitivo y desquiciado. Desde hacía un tiempo no podía dormir sin tener una y otra vez la misma pesadilla.

Llegando al punto encontró ciervos de cola blanca.Situándose con cuidado en la cima de un risco, a contraviento de los animales, disparó consiguiendo derribar dos piezas un macho joven una hembra de bastante edad. Ambos eran buenos trofeos, se veían sanos y con bastante carne.Dirigiéndose al lugar con sus dos caballos montó ambos cuerpos encima de estos con un ingenioso invento creado por él, el cuál se trataba de una especie de tumbona colgando entre los dos animales, atada a ambos en sus cuerpos y con una especie de estructura de yugo, que los mantenía siempre a la misma distancia uno del otro. Era un poco aparatoso, porque con este sistema era difícil acceder a terreno abrupto, que tenía que sacar las piezas él solo, aunque ya su ingenio intentaba acertar al individuo donde fuera fácil atraparlo.

Se dirigió a su cabaña cerca del lago Spavinaw Lake en Oklahoma. Desde allí escondido en una cabaña familiar vivía y sacaba provecho de su afición.

El camino arduo se hizo largo, llegando a casa tarde casi las ocho de la noche. El cuál reventado, se dispuso a guardar sus monturas, proporcionarle trigo y agua, tomar el un bocado y acostarse. Mañana despiezaría las piezas.

Se dispuso rápidamente a levantarse en alerta con la escopeta en mano, y a vislumbrar sombras rodeándolo a través de árboles y arbustos. De nuevo se dirigió a las sombras con valentía con la antorcha y el cuchillo. De repente una especie de hombre vestido de ciervo, o un ciervo con apariencia de hombre, o un híbrido le habló.

“ Yo soy Hircine, Dios cazador y las bestias. Tú, por tus pecados te condeno a morir  y que tu alma sea mi presa durante toda la eternidad siendo cazado una y otra vez.”

De repente se despertó, cogió su rifle pero sin apenas tiempo de un zarpazo le fue derribada el arma.

Un oso negro enorme vino a la cabaña atraído por las piezas cazadas y derribando la puerta, entró enérgico dentro de la cabaña mordiendo una de las piezas cuando de repente se despertó Rosh y la osa teniendo sus cachorros cerca no dudó en abanlanzarse contra el cazador derribándolo de un manotazo y desangrándolo de un mordisco en la zona esternal.

El cadáver lo encontraron un par de  días después agentes forestales de la zona, que llegando a la choza vislumbraron todo el desastre provocado.

En su mesita de noche, un libro que tenía por título, “Cuando la noche cae, las sombras acechan”.

martes, 13 de enero de 2015

El mar

Autora: María Gutiérrez

El mar es como la amistad, se ve el principio pero no el final. Nos abraza de norte a sur y  de este a oeste. Tiene día y noche, calma y bravura, brisa y tempestad, agresividad y acogimiento…

Los pescadores lo saben muy bien que a diario salen a la mar para ganarse el pan a bordo de sus embarcaciones exponiéndose a muchas calamidades para conseguir una buena jornada de pesca desafiando incluso las inclemencias del mal tiempo.

Otras veces emprenden una aventura que puede durar meses e incluso años viéndose obligados a estar alejados de la familia y de su tierra. Es de verdad de los trabajos más duros y arriesgados el encontrarse en alta mar pescando, teniendo que vencer tempestades y temperaturas extremas, zarpando de puerto en puerto. También van con la ilusión de encontrar alguna sirenita que les ayude a alegrar un poco sus vidas…

Desde los tiempos más remotos el mar ha impuesto temor y atracción, pero el espíritu aventurero del hombre fue venciendo todos los obstáculos posibles, no faltando nunca navegantes dispuestos a conquistar otros mundos a través del mar como Cristóbal Colón, Juan Sebastián Elcano, Magallanes…

El mar tiene su patrona la Virgen del Carmen, siendo para los pescadores su más fiel protectora llamándola ´La estrella de los mares´. En la época estival hay infinidad de personas que les encanta pasar las vacaciones junto al mar. Todo depende del bolsillo de cada uno. Hay quién elige hacer un crucero con la ventaja que pueden conocer distintas ciudades en un solo viaje. Otros, los menos disponen de yate para disfrutar a lo grande del mar…