martes, 31 de diciembre de 2013

La felicidad

Autora: Pilar Sanjuán Nájera
 
  La felicidad, o lo que se entiende por felicidad, es algo tan sutil, tan efímero y tan “resbaladizo” que hasta da miedo hablar de ella; me recuerda al polvo de las alas de mariposa, tan delicado, que si lo tocas, dejas a esos insectos indefensos, sin poder volar. La felicidad es algo transitorio, caprichoso, es un espejismo que nos embauca con promesas y luego nos abandona de la forma más cruel. ¿Quién es capaz de poseerla y conservarla mucho tiempo? De todas formas, hay personas con más capacidad que otras para ser felices, seguramente por su carácter alegre, optimista y animoso, la felicidad se encuentra a gusto dentro de ellas y las acompaña para concederles su magia.

   Si preguntáramos a mucha gente cuántos momentos de felicidad plena han disfrutado en su vida, las respuestas serían muy variadas: unos dirían que ninguno; otros que han sido felices a rachas; pocos, que han experimentado esa felicidad con cierta frecuencia y los más, que muy fugazmente.

   La verdad es que es difícil conseguir una felicidad duradera; raramente se alcanza ese estado que nos transporta a mundos de ensoñación; eso sólo sucede en momentos de enajenación como los que se consiguen en el enamoramiento, con todo lo que eso conlleva de fantasía e irrealidad; el corazón se agita, el pulso se acelera, los sentidos se agudizan y la mente se desborda; dos personas se enamoran, y todo se transforma; la verruguita de la mejilla es ahora un lunar de encanto irresistible; el perfume denso y vulgar, un aroma embriagador;  la charla cansina, música celestial, y la comidita repetida y monótona, un manjar exquisito. Esta situación no suele durar mucho tiempo; una vez que la enajenación o enamoramiento sublime ha ido “disipándose” (hay casos extrañísimos en los que puede durar la vida entera) todo vuelve a tener las dimensiones reales; en ese momento, hay que procurar descubrir en el otro los valores que sin duda tiene y que pueden ser muchos; cualidades ocultas que no tienen por qué estar sobredimensionadas, pero que pueden ser más que suficientes para que la convivencia sea placentera, casi feliz.

   Si ponemos empeño, solos o en pareja podemos encontrar ese sucedáneo de la felicidad que nos permita vivir sin sobresaltos, con serenidad, buscando en lo que tenemos alrededor las mil cosas que merecen la pena.

   Acabo con una anécdota sobre Einstein. En una entrevista le preguntaron: “¿Es usted feliz?” A lo que él respondió: “No, ni falta que me hace”.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Recuerdos

Autor: Antonio Pérez
Esa mañana plácida del domingo del 15 abril, José partió con su hija como hacía desde hace unos años a su caseta de campo cerca de la laguna de San Crispín. Todos los domingos se levantaban muy temprano, para pasar el día entero en aquel lugar, dónde aprovechaban para pasear en barca, o pescar, incluso en meses de calor darse un chapuzón en el lago azul cian.
Esta mañana partieron muy tarde, ya que José pareció no estar muy dispuesto a levantarse ese día, así que Gloria fue con bulla a despertarlo para que fueran lo antes posible y así poder aprovechar el día.
Con vacilación José se levantó, desayunaron y metiendo en la cesta de camping la comida salieron para la caseta.
Gloria le gustaba muchísimo ese lugar, jugaba sin descanso, y le encantaba el paisaje. Las pináceas tan altas y frondosas que dejaban entrar la luz tamizadas por el enramado arbóreo, como líneas afiladas de luz penetrando en sus pupilas, tenue como una gran catedral natural de altos ventanales con luz celestial. La caseta al borde del bosque y entre éste y el lago, era como una mancha en el portentoso jardín del paraíso. El lago a sus pies como una colcha de belleza estrellada, como un espejo, reflejo de ese paraíso terrenal tan fantástico.
Cuando llegaron era casi la hora de comer. A gloria le apetecía subirse en barca mientras pero su padre, no le apetecía, reacio se sentó a mirar el paisaje en el banco del merendero situado en frente de la casa, mirando al lago. A gloria que su padre no le dejaba montar en barca sola, se indignó muchísimo así que bajó hasta el muelle para sentarse en él, remojarse los pies y esperar hasta la hora de comer.
Gloria se preguntaba que es lo que le pasaría a su padre porque estaba muy raro esta semana, pero hoy ya es hasta preocupante. Se pasó la hora pensando que podría haberle pasado, hasta que una voz casi ronca y entrecortada la rescató del pensamiento para llamarla para ir  a comer.
Aprovechando la comida, Gloria que no había llegado a una conclusión le preguntó a su padre muy preocupada.
-       Papá, esta semana estás muy raro. De verdad hay algo que te pasa y no me quieres contar. Te veo muy apagado y eso me preocupa muchísimo.
-       Nada hija, no pasa nada, solo que estoy cansado. Esta semana ha sido dura en el trabajo, y tengo falta de sueño.
 
Con esta respuesta, no quiso seguir con la inquietud y seguir preguntando, pero algo le decía que había algo más que callaba. Se pasaron toda la tarde remando por el lago en silencio, él, ensimismado en sus pensamientos con la mirada sin norte, y ella con su mirada puesta en él y en su “recomen come”.
 
Al llegar a casa, se ducharon y cenaron. Gloria se quedó un rato viendo la tele con su padre y decidió irse a dormir pronto. Él se quedó allí un rato más.
 
Un rato después de acostarse se levantó a orinar gloria y vio que su padre se quedó dormido en el sofá, fue a apagarle la tele que estaba encendida y se dio cuenta que su padre tenía en la mano una foto de su madre, la cual había muerto hace un par de años, justo por el día de ayer. Con eso, se fue a dormir.
 
A la mañana desayunando, Gloria volvió a retomar la conversación mantenida con su padre en la caseta…
-       Papá, ayer me contaste que estabas cansado del trabajo. Pero creo que no fuiste sincero conmigo del todo. Ayer vi que tenías una foto de mamá en la mano. La echas de menos ¿verdad?
-       Pues sí hija, hace dos años que tu madre falleció, y la idea de ir a la caseta con tantos recuerdos que había de ella, no me apetecía realmente. Desde que ella murió, siento un vacío en el corazón que aunque con el tiempo, aprendes a dejarlo un poco de lado, en el día a día, pero que se es incapaz de olvidar.
-       Papá debes aceptarlo. Sé que es difícil pero mamá no querría vernos en desdicha, debemos seguir y ser felices, porque la felicidad no es más que la médula del alma, la que sostiene el día a día y hace que no renunciemos por lo que queremos. Yo quiero mucho a mamá pero también te quiero a ti por eso soy feliz, porque aunque pueda no tener muchas cosas, ahora mismo tengo lo suficiente para sonreír para luchar y seguir adelante, porque mamá no estará pero físicamente, en mi corazón siguen todos esos sueños, toda ese futuro que queríamos construir y por eso merecemos intentar ser felices. Papá la felicidad es el instante, es la imaginación, el pensamiento, motivación y sacrificio, todos esos momentos que nos alegran, la felicidad está en las pequeñas cosas del día a día, el poder tomarte un café, o ducharte cuando te apetece, el poder tener una televisión para entretenerte o un trozo de pan que alimentarte. La felicidad solo es parte de nuestra mente, y nosotros los que decidimos si la queremos o no.
 
El padre sorprendido con la respuesta de la niña y escapándose unas lágrimas en los ojos, la abrazó, le dio un beso en la frente y le dijo antes de levantarse para llevarla al colegio e irse a trabajar…
 
-       Gracias por enseñarme que el dolor es inevitable aunque el sufrimiento sea opcional. Gracias hacerme ver que la parte necesario para mi fracaso soy yo mismo, que mi peor enemigo está en mi piel. Gracias por esa sabiduría tan joven, que seguramente de tu madre la heredaste. Los recuerdos son solo matices dónde nosotros los pintamos con tinta buena o mala.

domingo, 29 de diciembre de 2013

En busca de la felicidad

Autora: María Gutiérrez

¡Qué cosa tan rara y extraña es la felicidad!. Nadie  conoce el camino verdadero que nos  lleve hacia ella. ¿Dónde está?, ¿cómo encontrarla?. Vivimos en un mundo de prisas y agobios, no disponemos de un rato para la tranquilidad y el sosiego que tanto necesitamos.
No es lo mismo “ser feliz que estar feliz” viviendo lo más contentos que podamos, sin olvidarnos que sólo se viven momentos felices, no nos llamemos a engaños y confundamos las cosas…
Después de un mal momento, cuando llega el bueno, este te sabe a gloria y comprendes que aunque brevemente, se puede estar feliz. El problema de no encontrarla puede ser el no estar satisfechos con lo que tenemos, pasándonos la vida buscando la felicidad sin darnos cuenta  que la tenemos escondida dentro de nosotros y llevamos incorporados casi  todos los ingredientes como son  la familia, los buenos amigos, algo de dinero y lo más importante que no falte, la salud.
Todo será mucho más fácil si nos paramos a observar  un poco todo lo que nos rodea. Podremos comprobar que en los pequeños detalles hay grandes dosis de felicidad. Hay que trabajarla día a día, buscando todo los que nos llena, aprovechando las oportunidades que se nos presentan para estar preguntándonos, ¿qué es lo que realmente importa en la vida?. ¿Qué cosas nos hacen más felices?.  Aunque sobre gustos no hay nada escrito y a lo largo del camino según van pasando los años, no dejamos de sorprendemos como dejan de parecernos tan importantes algunas cosas del pasado para ahora estar felices con otras nuevas.
No hay recetas que nos den la felicidad, quien la busca sólo en lo material la encuentra sólo de forma efímera. Hay que conseguir llenarnos de buenos momentos intentando estar contentos con la mayor frecuencia posible. En fin, saberse feliz, sin olvidarnos de que no se trata de serlo sino de estarlo.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

La luchadora incansable

 Autora: Carmen Sánchez
 

Pese a mi nombre, Felicidad González, fui una mujer desdichada. Si bien mi nacimiento fue celebrado por todos, quiso el devenir de los acontecimientos trastocar estos buenos augurios.  

Nací, hija de un jornalero y de una abnegada muchacha de pueblo, a  la que se le pasó la juventud antes de tiempo. Siendo, aún, una niña, alegre y despierta, descubrí que mi vida estaba marcada por las circunstancias de cada momento y la pesadumbre que ellas imprimían en el ánimo de mi madre. Los sucesivos nacimientos que siguieron al mío, hicieron necesaria mi presencia en el hogar, por lo que sin considerar mi interés por aprender, no dudaron en apartarme de la escuela, para que ayudara en casa. Este hecho, marcó profundamente mi infancia y en mi memoria todavía permanece la envidia que me producía ver a las otras niñas jugando en la plaza, mientras yo cuidaba de mis hermanos.

Recuerdo que, a pesar del empeño que ponía en hacer las tareas que me encomendaban, alguna vez se me quemó la comida y en otra ocasión se me cayó el cántaro lleno de agua, que traía de la fuente y mi madre se disgustó tanto, que pensé que  había ocasionado una desgracia. Era frecuente que me dijera frases como “Es que no tienes cuidado”, o “Es que no haces caso”, y que sin darme cuenta, hacían que me sintiera cada vez más insignificante.

Al mismo tiempo, su carácter taciturno, le impedía disfrutar de los buenos momentos y siempre temía por todo lo que sucedía o lo que estaba por suceder. Así, si mi padre llegaba a casa contento porque traía un buen jornal, ella recelaba pensando que al día siguiente no tendría la misma suerte. Si llovía, se lamentaba de que él, no podría ir a trabajar al campo, pero en cambio, si el buen tiempo duraba algún día de más, sufría porque la tierra necesitaba agua y la sequía traía malos presagios.

Ahora, desde la distancia que aporta el tiempo, entiendo que mis padres, por aquel tiempo, rozaban la escasez como algo cotidiano, moldeando la desesperanza como parte de nuestras vidas.

Fue por aquella época, cuando yo estaba dejando atrás la niñez y me había convertido en una muchacha espigada y tímida, que entré a servir en la Casa Grande, para la familia rica del pueblo. Hasta entonces la miseria, era algo normal en nuestra vida, pero no sufría por ello, porque no conocía otra cosa. Sin embargo, en la Casa Grande, conocí la mezquindad. En invierno, la mansión estaba caldeada y había comida en abundancia, pero por la noche en mi cuarto, yo estaba aterida y mi plato siempre era escaso. Mis manos todavía tiernas, preparaban los baños de agua caliente y perfumada para la señora, pero se llenaban dolorosamente de callos y sabañones mientras lavaba la ropa o fregaba el suelo con el agua helada. Pese a todo no me quejaba, hasta que cierto día sufrí tal humillación que, como gota que colma el vaso, desbordó mi alma, rebelándome contra el destino que me esperaba. Ese día decidí que iba a ser feliz. Abandoné la seguridad incierta de cuanto me rodeaba y me marché en busca de lo desconocido, a la ciudad.

Y, por fin, entendí el significado de mi nombre, y dejé de ser “Feli”, para convertirme en “Felicidad González”. Desde entonces, ha pasado mucho tiempo y no sin esfuerzo y superando mil dificultades, he logrado un trabajo que me satisface, los estudios que me propuse, y una familia maravillosa, que sigue creciendo. Durante estos años,  he aprendido a valorar a las personas que me rodean, a disfrutar con las cosas sencillas del día a día y quizás lo más importante, a transmitir mis emociones y vivencias.

Más,  cuando la felicidad anida en nuestras vidas y se confunde con la rutina, nos da una sorpresa, para que no dejemos de apreciarla. Así, tras una revisión, me han diagnosticado un cáncer. Sin embargo, la enfermedad lo tiene muy difícil conmigo, porque cuento con una familia estupenda, un equipo médico magnífico, y sobre todo,  porque soy una luchadora incansable que persigue la Felicidad. Firmado: Felicidad González.

Aurora cerró un momento la revista. El testimonio que acababa de leer, la había conmovido. Esa era la actitud- pensó- que necesitaba para afrontar la enfermedad.

Minutos después, la enfermera la llamó y pasó a la consulta del oncólogo.

Puntos de vista

Autora: Elena Casanova

Antes de irse a la cama, Javier repasó una vez más todo lo necesario para el día siguiente  porque  odiaba las sorpresas de  última hora y la impuntualidad era algo que no formaba parte de su rutina. Bien – pensó- las botas, los calcetines, pantalones, camisetas, chaquetón, gorro, bufanda, guantes, mochila… Y así fue revisando todo lo necesario para la subida a la sierra con Daniel. Se fue temprano a la cama porque a las seis y media  vendría su amigo a recogerlo con el coche.
A las seis se sobresaltó con el pitido del teléfono.
-          ¿Quién puñetas  es a estas horas? - resopló entre sueños.
-          Perdona Javier, perdona... soy Daniel y pensé que ya estarías de pie
-          ¡Joder Dani! ¿Me he dormido?-  gritó a la vez que saltaba de la cama.
-          No, no tranquilo. Es para decirte que no puedo ir a la sierra. La madre de Sonia ha pasado toda la noche con vómitos y la han dejado ingresada en el hospital para hacerle algunas pruebas. Sonia está con ella, y ya sabes… los niños…. Tengo que quedarme con ellos.
-          ¡Vaya hombre, qué fastidio!  Supongo qué no tendrás con quién dejarlos - le dijo con algo de socarronería.
-          Pues no Javier, además a es un poco temprano para molestar a nadie. Quedamos para otro día y lo siento.
-          Sí claro, otro día- contestó Javier tirando  el teléfono a la otra punta de la cama.
Maldita sea- pensó- la suegra ¡qué oportuna! no tendría la buena mujer otro momento para indigestarse.  ¿Y ahora qué hago yo  un domingo metido en casa con todos los amigos fuera? ¡Menudo rollo!
Se escondió nuevamente entre las sábanas sin pegar ojo hasta que, después de una interminable retahíla de vueltas y con la cama totalmente deshecha, decidió levantarse a las nueve de la mañana. Javier se vistió de mala gana y bajó a tomar un café. Jesús, el camarero, aprovechando que no había demasiados clientes, se desahogó con él contándole su último fracaso amoroso. El hombre, que no paraba de suspirar, concluyó su natural incompatibilidad con las mujeres viéndose en el futuro como un atormentado soltero. No comprendía la naturaleza femenina y siempre que intentaba mantener una sólida relación, al poco tiempo se frustraba. Javier, que le importaba un carajo los amores y desamores  de cualquier mortal, se libró de su interlocutor en cuanto pudo y volvió a su casa con el carácter más retorcido que con el que había salido esa mañana. Compró el periódico y decidió brindarse el resto del día.
 Ocupó toda la mañana en la lectura del diario y cuando su estómago dio señales de una incipiente hambruna  disfrutaba de un tremendo dolor de cabeza. Se tomó un par de calmantes, algunos restos de la cena y unas cuantas cervezas. El alcohol le produjo un ligero sopor que, después de unos  minutos, se tradujo en una larga siesta de la que despertó con un malestar aún más intenso. Otros dos calmantes lograron mitigarle, en parte, la presión que sentía en las sienes.
Recorrió su pequeño apartamento dispuesto a poner un poco de orden pero desistió rápidamente y, cogiendo el mando de la tele, volvió a tirarse en el sofá dispuesto a digerir lo primero que apareciera en la pantalla. De esta manera pasó el resto del día viendo  películas de serie b  salpicadas de lociones milagrosas, colonias seudoeróticas, bombones de diseño… todo ello revestido de una empalagosa felicidad.
Javier volvió a la cama casi en estado hipnótico, programó el despertador, apagó la luz y barruntó una vez más su mala suerte.
A las seis lo sobresaltó el pitido del teléfono.
-          ¿Quién es a estas horas? – dijo aún  entre sueños.
-          Perdona Javier, perdona... soy Daniel, y pensé que ya estarías de pie
-          ¡Joder Dani! ¿Me he dormido?-  gritó a la vez que saltaba de la cama.
-          No, no tranquilo. Es para decirte que no puedo ir a la sierra. La madre de Sonia ha pasado toda la noche con vómitos y la han dejado ingresada en el hospital para hacerle algunas pruebas. Sonia está con ella, y ya sabes… los niños…. Tengo que quedarme con ellos.
-          ¡Vaya hombre, lo siento mucho!  Si necesitas algo no dudes en llamarme  ¿Vale?
-          Gracias Javier, pero creo que no es nada serio, pensamos que hoy mismo le darán el alta. Quedamos para otro día.
-          Por supuesto, cuenta conmigo- soltando el teléfono en la mesita.
Vaya,   ¡qué contratiempo!- pensó- ¡Pobre mujer, con tantos achaques y ahora esto!
Se escondió nuevamente entre las sábanas  y durmió hasta las nueve de la mañana. Decidió darse una ducha e ir a tomar un café en la cafetería de Jesús y de paso charlar un rato con él.  Aprovechando que no había demasiados clientes, Jesús se desahogó con Javier contándole su último fracaso amoroso. El hombre, que no paraba de suspirar, concluyó su natural incompatibilidad con las mujeres viéndose en el futuro como un atormentado soltero. No comprendía la naturaleza femenina y siempre que intentaba mantener una sólida relación, al poco tiempo se frustraba. Javier, entre divertido y sorprendido por el exagerado victimismo de su amigo, intentó animarlo, diciéndole que aún era muy joven y que las mujeres tendían a la huida por su obsesión con el compromiso. Le recomendó tomarse con más calma sus relaciones y dejar que el tiempo actuara de forma natural, recordándole que él mismo vivía solo con casi cuarenta años y su vida no era tan dramática.
Al salir de la cafetería compró el periódico y decidió quedarse en casa el resto del día. Ocupó  la mañana en la lectura del diario y ordenando un poco su caótico apartamento que pedía a gritos algo de limpieza. Cuando su estómago dio señales de una incipiente hambruna, preparó una exquisita receta que había leído en algún sitio y, como casi nunca disponía de tiempo, pensó que era el día indicado para hacerlo. Se abrió una de las botellas de vino que tenía reservadas para las visitas y tomó un par de copas. El alcohol le produjo un ligero sopor que, después de unos  minutos, se tradujo en una larga siesta de la que despertó con una sensación de agradable descanso.
Encendió la televisión y comprobó rápidamente que no había ningún programa que mereciera la pena.  Cogió una novela que tenía apartada y pasó el resto de la tarde enfrascado en su lectura. Después de cenar, recogió la cocina, preparó su ropa y llamó a Daniel para preguntarle por el estado de su suegra y no tardó en irse a la cama. Programó el despertador, apagó la luz y fue sumiéndose en el sueño  mientras pensaba cuánto tiempo hacía que no había disfrutado de un apacible día en solitario.

Felicidad

Autora: Amalia Conde
 
 
¡Qué gran palabra es Felicidad!

La palabra felicidad es una señal de que hay amor, compañerismo y comprensión; de que estás conforme con ser como eres, de que estás dispuesta a hacer feliz a la persona que tienes como compañero.

La palabra felicidad abarca tantas cosas agradables, como cuando nace un hijo, o si te vas a casar o es tu cumpleaños. Para infinidad de cosas gratas tenemos la palabra felicidad en la memoria. Es una pena que tantas personas la hayan cambiado por odio o interés.

Si después de estar mucho tiempo casada notas que la felicidad está en decadencia, busca dentro de ti algo agradable como son los recuerdos de vuestra juventud, algo que se parezca a que todavía estáis dispuestos a ayudaros, como hacer un viaje o una celebración de aniversario.

Aunque vivimos una época mala para hablar de felicidad yo me atrevo a desafiar los malos tiempos que corren enfrentándome a esas personas que lo ven todo negro. Yo he sido siempre muy optimista y he tratado de darles ánimos a las personas, sean de la familia o no. Unas veces me han comprendido y otras me han tomado por loca, pero al menos se han reído. Sea como sea hay que procurar ser felices y recordar que siempre se ha dicho que el dinero no da la felicidad, solamente te saca de apuros. Según mi parecer, es mucho mejor tener buena salud, y si puede ser un buen compañero con buen carácter y ganas de vivir. Y sobre todo hacer un esfuerzo para olvidar lo que sea desagradable.

Hay tantas cosas bonitas que tendríamos que aprender de los que llamamos “viejecillos”, que nos darían una idea de lo poco que saben los “jovencillos”. Saben sufrir en silencio sus males y procuran no amargarle la vida a nadie, para ellos todo está lleno de felicidad.

En muchas ocasiones hemos estado en una boda o primera comunión donde han estado los abuelos de los novios o de los niños de comunión, y es maravilloso ver las caras de felicidad que tienen los abuelos cogidos de la mano, y ya a la hora del convite, el abuelo se toma una copilla y se pone muy cariñoso con la abuela y le dice al oído  ¡esta noche te voy a hacer un chiquillo!, y la abuela, fingiendo mucho rubor le dice:  ¡No te puedo dejar ni un segundo solo, ya estás borracho cariño!


viernes, 20 de diciembre de 2013

Dos realidades distantes y distintas

Autor: Antonio Cobos


Nueva York, EEUU, un sábado cualquiera de un mes de junio, 8:30 de la mañana.

Linda Morrison de seis años de edad, recibe el canto de cumpleaños de sus padres con un paquete de grandes dimensiones, que contiene una muñeca gigante. La niña rompe el papel brillante de cualquier modo y abre la caja de diseño con expectación. Es una muñeca enorme, articulada, que habla y anda sola. Decepción: no es el modelo deseado.
 
La madre culpa al padre de haber escogido una muñeca equivocada. El padre se excusa en que ella no le dio bien los datos del modelo. La niña llora, los padres discuten.
 
Aleppo, Siria, un sábado cualquiera de un mes de junio, 2:30 de la tarde.
Amira Kawar de seis años de edad recién cumplidos, rebusca con su madre y sus hermanas entre las ruinas de su casa, destrozada la pasada madrugada por un bombardeo fratricida.
 
La niña descubre, bajo una capa de polvo blanquecino, entre los cascotes y rotos bloques de cemento, el vestido rojo intenso de su muñeca preferida: la muñeca de trapo que le confeccionó su madre para su cumpleaños. La niña se ríe y da saltos de alegría sobre la ruinas de su casa. Todos se alegran.
 
(La felicidad es subjetiva, efímera, está sometida a todo un cúmulo de circunstancias determinadas, es una emoción, una sensación o un sentimiento individual que puede variar de una persona a otra, pero al mismo tiempo hay realidades objetivas que facilitan, dificultan o impiden tener ese momento concreto de felicidad. En el texto quiero expresar lo relativo de la felicidad, como depende de las expectativas cumplidas o de las no alcanzadas, y que aunque las emociones son subjetivas y distintas, hay algunas condiciones objetivas que condicionan brutalmente la sensación de felicidad. Hay que dar importancia a las pequeñas cosas)

sábado, 30 de noviembre de 2013

Hipócritas

Autor: Antonio Cobos

Feliciana García y Mercedes López eran dos de las amigas más cercanas de Nuria en Ciudad de México. Sus maridos, Paco Peña y Santiago Muñoz, exiliados españoles como Joan, se habían conocido en el Sinaia, en su viaje de refugiados republicanos al nuevo mundo y se volvieron a encontrar en el distrito federal. Fueron intimando a lo largo de los años y solían reunirse para los pocos momentos de diversión que disfrutaban. Más adelante hicieron viajes juntos para conocer el país y se compraron un apartamento en Veracruz para pasar las vacaciones más o menos por las mismas fechas.
 
Feliciana y Mercedes no trabajaban fuera de casa. Organizaban sus hogares y cuidaban de sus niños. Apenas sus condiciones de vida empezaron a mejorar, buscaron la ayuda de un servicio doméstico autóctono, que cada vez se ocupaba más y más de todas las tareas culinarias y de limpieza y, poco a poco también, del cuidado de los niños.
 
Nuria se encontraba con ellas, a veces durante el horario laboral y a veces no, pero raramente estaba relajada y sin prisas, y nunca dejaba pasar las horas de forma ociosa, hablando de banalidades y conocidos comunes, como Feli y Merche solían hacer. Para ella, eso era una pérdida de tiempo.
 
Las dos amigas de Nuria, tenían más circunstancias y afinidades compartidas y sí disponían de tiempo para hablar largamente de amigos y conocidos de ambas. Y uno de sus temas favoritos era hablar de su amiga empresaria. El tema era inevitable después de cada ocasión en que se reunían las tres, y tras el momento, inevitable también, en que Nuria se excusaba para irse a trabajar o para hacer una determinada gestión.
 
-          ¿Te has fijado en lo que llevaba hoy? – preguntó Merche mientras agitaba la mano para despedir a su amiga saliendo por la puerta del establecimiento.
 
-          Y tanto. ¡Qué elegante es la puñetera!
 
-          No sé de donde saca el tiempo para irse a comprar ropa. Aunque, tampoco creas que tiene tanta ropa, pero se la sabe combinar muy bien.
 
-          Con lo catetilla que era cuando la conocimos. Realmente ha mejorado mucho con el tiempo.
 
-          Algo se le habrá pegado de nosotras, digo yo.
 
-          Mira, quieras que no, nosotras somos de Madrid. Ella es de un pueblo de Barcelona. No es lo mismo.
 
-          Pero ella vivió en Barcelona ciudad.
 
-          Sí, pero por poco tiempo. Además, ella donde ha cambiado es aquí.
 
-          Como te digo, algo habremos influido nosotras.
 
-          Y lo que no sé es como no atiende mejor a sus hijos y a su marido. Ahí, no nos ha copiado a nosotras.
 
-          No sé como no se da cuenta, que deja a Joan en mal lugar. Con lo machos que son  aquí en México, dejar que tu mujer te mantenga. Porque el sueldo de él es una miseria, lo que realmente los está haciendo ricos son las tiendas de fruta.
 
-          ¡Y meterse ahora en lo de los supermercados!, ¡se van a hacer de oro!
 
Merche y Feli siguieron hablando de Nuria, comentando lo poco que estaba con sus hijas, los movimientos que hacía sola por la ciudad, que no estaban bien para una mujer decente y que podía ser peligroso, y sobre todo a Feli, lo que le molestaba más, era ese airecillo de superioridad en el que se envolvía, a veces, al comentar algunas cosas. Parecía que les dijese que era más lista que ellas dos, o más capaz, o más algo. Aquello que decía de que ‘toda persona debe tener un medio de subsistencia, sea hombre o mujer’, pues dependía. Sus maridos preferían que ellas dos se quedaran en la casa, ya que ellos traían el dinero necesario para vivir.
Dos semanas más tarde, en un encuentro de las tres parejas, en el que los hombres iban por su sitio, hablando de sus cosas y las tres mujeres por el suyo, hablando también de sus cosas, Merché preguntó a Nuria:
 
-          ¿Y cómo van los supermercados?
 
-          Por ahora es pronto para saberlo – contestó Nuria - pero, en principio, parece que funcionan bien.
 
-          Es que tiene mucho mérito lo que haces, porque en realidad eres tú el alma del negocio – dijo Feli
 
-          ¡Qué va! El alma es Diego, y Joan le dedica todas las horas que puede y más.
 
-          Pero tú también le dedicas todo el tiempo del mundo.
 
-          No hay más remedio si queremos que la idea triunfe.
 
-          A mí me gusta mucho más vuestro supermercado que el de Sumesa. Lo tenéis mejor expuesto todo y más cómodo de coger – intervino Merche.
 
-          Me interesa recoger opiniones de la gente para mejorar - añadió Nuria
 
-          Hija, es que lo haces muy bien. Digas lo que digas, eres tú la que hace que el negocio funcione.
 
-          Yo lo único que hago es dar un curso de formación a los empleados,  seleccionar a los mejores y controlar que trabajan bien.
 
-          ¿Y te parece poco?, ¡pues es lo más importante, que te atiendan bien! – dijo Merche
 
-          Y ¡controlar que lo hagan! – apostilló Feli.
 
-          No, no – intervino Nuria, alagada pero sin querer darles la razón – Lo más importante es la gestión de compras y el control de gastos, que es lo que hacen Joan y Diego. Tienes que saber hasta dónde puedes y a partir de dónde no debes. Y a veces te equivocas. Pero no te puedes equivocar mucho, pues te arruinas. Tú compras un producto que se estropea y si no ajustas muy bien la oferta y la demanda, te puedes hundir. Hay que saber hacer ofertas de aquello que puedes perder, antes de que no esté ni para ofertar. A veces es mejor regalarlo y no cobrarlo. El personal es también muy importante. Debe tener iniciativa, pero ha de proporcionarte una confianza total. Tienes que estar encima. En fin, todos aportamos nuestro granito de arena.
 
-          Yo le encuentro mucho mérito a lo que haces. Siendo mujer y teniendo todas las obligaciones que nosotras asumimos y que ellos no tienen.
 
-          Bueno, Joan y yo somos iguales.
 
-          Pero mujer, ¡cómo vais a ser iguales!
Siguieron hablando de hombres y mujeres y derivaron la conversación hacia la presión que se estaba haciendo al gobierno para que la mujer tuviera derecho a votar en México, cuestión que quedó finalmente resuelta en ese mismo año 1953 y en las que las tres estaban de acuerdo.
 

Las dos caras

Autora: María Gutiérrez

En este mundo existen infinidad de personas que van por la vida con doble moral, haciendo uso de los amigos cuando estos pueden dar provecho, olvidándose de ellos cuando ya no tienen nada que ofrecerte. Se valen solo de la mente aparcando los sentimientos y manipulan a los demás con total autonomía tomando las más injustas decisiones, haciendo uso del poder como dueños y señores de las personas que trabajan a sus órdenes, tratándolos sin ninguna consideración con continuos reproches y humillaciones levantando calumnias de todo tipo dirigiéndoles la palabra solo para ofenderlos y meterles miedo, catalogándolos como ciudadanos indignos, incompetentes y convencidos de ser los causantes y culpables de esta situación de crisis insostenible. También hacen uso del poder para proceder a despidos improcedentes sin importarles la situación en la que queda la familia, como a ellos esto no les afecta ya que tienen bien asegurado como llegar a fin de mes.

La mayoría de estos personajes, llevan incluida la doble personalidad guardando la piel de lobos y sacando la de corderos ante sus amigos ricos e influyentes. Ante estos usan un porte correcto, aparentando que son dóciles y sensibles, convirtiendo todo en un ceremonial importándoles solamente prosperar en el mundo de los negocios tomando fama y renombre, sea al precio que sea. Se muestran refinados y aparentes, inspirando confianza y cordialidad para poder conseguir sus objetivos.

Saben muy bien controlar sus impulsos, actuando con bastante prudencia haciendo uso del tacto y la delicadeza, hechizando con sus buenas palabricas estudiadas al máximo para poder demostrar que son personas dignas de reconocimiento y admiración, creando un ambiente bastante atractivo astutamente disfrazado de buena voluntad, inventando eventos, sobornando con espléndidos regalos y todo para conseguir los más altos honores y reconocimientos públicos y notorios. Piensan que cuanto más alto sea el estatus conseguido, mayor será la gloria conseguida. ¡Que lejanos quedaron sus humildes orígenes¡ ¡Qué vergüenza señores!

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El símil del burro

Autora: Rafaela Castro


He mirado el diccionario, y he visto que hipocresía es lo que siempre había pensado. Pero mejor expresado de lo yo lo haría: “Fingimiento y apariencia de cualidades o sentimientos contrarios o distintos de los que se tienen”. También sinónimos como ficción, simulación, doblez, farisaico, fariseo, etc. Estos dos últimos, si el hipócrita finge piedad o austeridad.

Esto que voy a relatar es algo que mis padres me contaban cuando era jovencita y a mí me hacía mucha gracia. Decían que en una ocasión, un campesino fue a la feria de ganado con la idea de vender un burro. Éste sólo sabía comer, eso lo hacía de maravilla; pero para trabajar, ahí se perdió ese dicho de “trabajar como un burro”. A mitad del trabajo, se paraba o se tumbaba. Por más que le decían: “¡Arre burro!”, él ni se inmutaba. Cuando su dueño se enfrentó a sus posibles compradores, no dejó de halagarlo y tirarle flores:

 -Esto no es un burro, ¡es una joya!, y si lo compran, ya se darán cuenta de la ganga que han comprado.

 El campesino, cuando nadie lo miraba, le decía al oído al burro:

-Y que yo tenga que decir que eres bueno.....

 Al final el trato se cerró, y este hombre terminó maravillándose de lo bien que le había salido la jugada.

 Esta historia me ha hecho pensar en las preferentes, y de cómo les vendieron el mismo burro a tantas personas. Puede que unos estén más necesitados que otros, de todos modos, una injusticia donde las haya. Concretamente a una amiga que se dedicaba al sector de la limpieza y se jubiló, fue una de las que le tocó, no recuerdo la cantidad, pero bastante considerable. Ella vivía con su madre, que ya murió, y ahora se ve sola y estafada. ¿Cómo podemos llamar a éstos hechos? Engaño, hipocresía, falsedad, falta de escrúpulos,.... Me imagino a estos señores, si es que se les puede llamar así, con una sonrisa de oreja a oreja para ofrecer el producto, o la ganga como la del burro.

 A veces siento como vergüenza de pertenecer al género humano, porque de alguna manera, a mayor o menor escala, todos somos partícipes de este tinglado, teatro o como lo queramos calificar.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Hipocresía

Autora: Pilar Sanjuán Nájera


    Hay mucho que decir sobre esto.

    He desechado varios borradores porque me parecía que era demasiado cruda al tachar de hipócrita casi todo lo que nos rodea; es muy fácil acusar a los demás; reflexiono si no estaremos todos un poco contaminados de ese vicio: cuando alabamos un cuadro o un escrito que no nos gusta por no herir a su autor, cuando nos mostramos amables con gente que es antipática, cuando nos encontramos a la vecina de arriba que tira porquerías a nuestra terraza y no le ponemos cara de perro… ¿Son prácticas de buena educación o es hipocresía?

     En fin, quiero ser sincera y aprovechar la libertad que tenemos en este FORO nuestro de Los Relatos, donde afortunadamente no hay censura para decir lo que pienso; quizás debería ser más moderada, pero cuanto mayor me hago, más crece mi vehemencia, porque soy más consciente de lo que pasa alrededor.

    Sobre la hipocresía, dijo en su época Homero: “Odioso es para mí el hombre que oculta una cosa y dice otra”.

   Jesucristo llamó a los hipócritas fariseos “ sepulcros blanqueados” y Quevedo, con su aguda clarividencia, decía: “La hipocresía, es grande virtud política” ¡Qué razón tenía! ¿Se siente ahora el mismo rechazo hacia ese mal hábito o se va admitiendo como algo generalizado?

    El ejemplo que nos dan los políticos, la Iglesia y cualquier clase de poder, parece que nos incita a aceptar la hipocresía como algo habitual; hay que estar muy seguros en nuestras convicciones para no claudicar ante esta ola de falsedad creciente que nos envuelve. Es pasmoso cómo vemos a diario conductas hipócritas revestidas de engañosas verdades; por ejemplo, los anuncios en los medios de comunicación: nos bombardean con fingidas promesas de felicidad, que van dirigidas sobre todo al mundo infantil y juvenil, cuyos miembros son más vulnerables; el impacto de estos anuncios hace estragos; así ha nacido ese monstruo llamado consumismo, que consigue justo lo contrario de lo que promete; hace a las personas insaciables, ansiosas e infelices. Los dirigentes asisten impasibles a estos efectos nocivos en la población, porque a ellos les reportan beneficios.

    Sobre la hipocresía en la mayor parte de los políticos, podrían correr ríos de tinta ¡Con qué desfachatez, cinismo y desvergüenza nos quieren hacer lo blanco negro! Mienten, cometen delitos de todos los calibres y se muestran como seres intachables, insultando nuestra inteligencia; se aferran al poder para medrar de manera fraudulenta; son corruptos. Y los ciudadanos ¿Qué somos para ellos? Votos, sólo votos que los aúpan al poder y una vez instalados en él, olvidan su deber de gobernar con equidad; muy pocos son inmunes a estas malas prácticas.

    Un ejemplo de hipocresía en grado superlativo, es el empeño que los dirigentes de la Comunidad de Madrid ponen en convencernos de las grandes ventajas de instalar ese horror llamado EUROVEGAS, ¡Qué cínicos, qué hipócritas! Todos sabemos, (ellos no, claro está) que detrás de ese Complejo, están las mafias, la droga, el envilecimiento, la ruina de los incautos que pisen allí…¿Cómo un Gobierno puede dar luz verde a un proyecto tan abominable? ¡Ah! Porque a los dirigentes de esa Comunidad sí les va a llover el maná y les importa poco que la gente se corrompa y se envilezca; para endulzar más ese caramelo envenenado, Dª Ana Mato, Ministra de Sanidad, muy preocupada por la salud de los ciudadanos, va a dejar fumar en algunas dependencias. Miel sobre hojuelas.

    Otra cosa que causa sonrojo de nuestra clase política, es que alardeen de lo que hacen por la “Marca España” (qué estúpido nombre han acuñado para hablar de nuestro país). Ellos precisamente, la están denigrando con la corrupción, las mentiras y la falta de credibilidad.

    ¿Y qué decir de los Presidentes y Ministros cesantes? Siempre encuentran un buen puesto de trabajo con sueldos de infarto, sobre todo en Multinacionales. Esas Multinacionales a las que, hipócritamente, atacaban por sus abusos y que después, no tienen empacho en aceptar de ellas puestos relevantes; así tenemos entre otros muchos a Aznar, Felipe González, Rodrigo Rato, Pedro Solbes, Elena Salgado, Zaplana, Acebes, etc.

    Otro lugar donde se cuece la hipocresía en grandes recipientes, es la Iglesia Católica. Vaya por delante que siento respeto por la Iglesia sudamericana o la de los cristianos de base. Me refiero y rechazo a esa Iglesia hipócrita que en España se apodera con codicia de bienes municipales; la que protege a curas pederastas; la que echa tierra sobre asuntos de corrupción, bien numerosos por cierto; la que nos predica virtud y austeridad mientras en ella hay vicio y lujo de forma soterrada. Y sobre todo, la que me produce horror, es la Iglesia Vaticana; en ese lugar, la hipocresía hay que escribirla con letras mayúsculas; allí hay intrigas, falsedad, ambiciones, traiciones, lujo insultante, corrupción, finanzas delictivas, muertes nunca esclarecidas de banqueros, Obispos sospechosos de pederastia, etc, etc. El Papa Francisco parece que se ha propuesto sanear desde dentro ese “avispero”; buen trabajo le espera ¿Hasta dónde le dejarán llegar?

    Mención aparte merece la Casa Real  por su real hipocresía. A la Familia Real nos la pintan como modélica, cuando sabemos que hace aguas por todas partes; entre sus miembros las relaciones son variadas: buenas, malas o nulas. Tenemos un Rey del que se dice que es muy campechano; no entiendo muy bien el mérito de ser campechano; lo que sí es cierto, es que es infiel a su esposa desde tiempos inmemoriales y que, quizás por su campechanía, se ha corrido juergas frecuentes (pero acalladas, eso sí); las últimas, cuando entre los españoles hacía estragos la crisis ¡Ah! Pero se le obligó a pedir perdón y lo hizo de una manera tan lamentable, bochornosa y patética que más vale que no lo hubiera hecho.

    Tenemos una Reina, dicen, llena de dignidad; esta dignidad consiste en soportar su situación haciendo juegos malabares entre sonrisas forzadas, apareciendo en algunos actos, fingiendo lo bien que se lleva con su marido cuando sabemos que ni se hablan, y sobre todo, esperando que su hijo herede el Trono; esta larga espera la mitiga viviendo más en Londres que en la Zarzuela.

    En esta familia Real hay un miembro corrupto, el Sr. Urdangarín, y una infanta, su esposa, sospechosa de corrupción, pero a la que no van a imputar, faltaría más.

    Nos quedan los Príncipes, la gran esperanza de la Casa Real, la “joya de la Corona”. Nos los presentan como cercanos a su pueblo ¿Es así? Yo diría que están a años-luz. En Oviedo, en su discurso de los premios que llevan su nombre, el Príncipe dio coba a los españoles felicitándoles por sus muchas virtudes y por la forma en que se sobreponen a la crisis. Me pareció una hipocresía ¿Pero qué sabe él de crisis? ¿Ha asistido con su esposa a algún comedor social y han comido allí con las personas que los frecuentan para saber de primera mano sus necesidades? ¿Han visitado familias con casi todos sus miembros en paro, que viven de la modestísima pensión de los abuelos?

    En cuanto a la Princesa, nos quieren convencer de que es austera porque una vez al año repite modelito en alguna fiesta ¿Qué hace con los 364 lujosos vestidos de los modistos más caros? ¿Les compra a sus niñas la ropa en los mercadillos de ocasión? ¿Las lleva a escuelas públicas para dar ejemplo?

    En fin, después de mis últimos párrafos pensaréis que “atufo” a República; pues sí, soy simpatizante de la República, pero tampoco soy tan ilusa como para no darme cuenta de lo lejana que está. Desde luego, la Familia Real es la que más hace por su advenimiento.

   Para terminar ¿Os he escandalizado mucho?

 

Teología de la hipocresía occidental

Autor: Antonio Pérez


Erase una vez el cerdito que me prometió chorizos gratis, el pájaro que me prometió que todo iba a volar en mil pedazos, la gallina que todos se asustarían de la responsabilidad y echarían a correr, la vaca que a todos locos volvió.

Erase una vez Prometeo, que lo hacía con los dedos cruzados, los que nos vendían sueños de hierro, pero hechos de barro. ¡Véndanse las ánimas! Ya estamos condenados.

Sonrisas de payaso, solamente pintadas, nariz de pinocho, pero con punta y que clava. Las patas son de palo, podridas en el tiempo, y el corazón… No hay corazón, son trozos de piedra. Ojos resecos de rencor y resentimiento.

Gente que olvidó de reír,  el bufón no paró de llorar  y lágrimas que inundan la felicidad. Las estatuas se apuran a correr para que no le salpique el olvido.

Los locos gobiernan el mundo, la libertad bajo rejas, con grilletes atados al palo de la inocencia. La esperanza echó el cierre por traspaso a la depresión.

Infamias neuronales del padre nuestro, decretos de mutilación, muerte del pensamiento, bibliotecas prendiendo para combatir el frío del invierno.

Zombis modernos, de Channel y Armani, superfluos como el viento, pero vacíos de todo.  Sociedad dinamita que por mecha es la hipocresía.

Armas enterradas de sinceridad con caballeros mutilados con la verdad.

Venga a nosotros tus llamas, quémanos con ignorancia, mátenos la verdad, y honraremos su justo pecado, de la precariedad, la mentira y la indignación de pobres infieles de los justo, que en el infierno arderán… los primeros.

Hipocresía ejemplar

Autora: Amalia Conde


I

Hay un matrimonio discutiendo a voz en grito en su casa y una vecina que tiene la oreja pegada al tabique se da cuenta de que están riñendo por asuntos de celos. La vecina se cree la más indicada para ayudarles y se dispone a ir a hablar con el matrimonio con su mejor voluntad. Trata de poner orden y estar a favor de la mujer, le dice al marido que su mujer no se merece que la trate tan mal, que es una gran persona y una buena madre.

Cuando la cosa estuvo más calmada la vecina se fue a su casa orgullosa de haber arreglado el asunto, pero a la vecina se le olvidó decir que ella era la culpable de que ese hombre llegara a su casa por la mañana después de haber estado con ella toda la noche.

II

Cuando se tiene un trabajo como el que yo he tenido es muy corriente tener varias personas de la misma familia como clientas.

Normalmente mientras se están probando el traje, para que no haya aburrimiento se sacan comentarios del tiempo, del mercado o la salud, pero si la persona que se está probando trae un asunto familiar muy importante para ella te lo cuenta aunque le taparas la boca.

Si el asunto es de suegra y nuera, o de cuñadas, pongo toda la atención del mundo para darles la razón y que vean que las estoy escuchando, lo malo es cuando me preguntan qué me ha parecido.

Lo que me ha parecido no se lo puedo decir porque le he quitado el pellejo a la nuera y a la cuñada, así que tengo que ser hipócrita y decirles que me parece o está muy bien o pierdo las clientas.

III

Este verano pasado tuve que ir al centro de Granada por asuntos de papeles y a pesar de que me llevó mi sobrina en la silla de ruedas, una señora me llamó por mi nombre. Al pronto no supe quién era, pero empezó a decirme pamplinas, entonces caí, era una antigua clienta de cuando cosía.

Empezó a hablar lo más fuerte que pudo diciendo; estás muy guapa, no pasan los años por ti y que tenía que ir a mi casa. Y otra vez con qué bien estaba y qué guapa. Y todas esas tonterías me recordaron que esa señora es de las que se llevan la costura terminada diciendo que el sábado sin falta te pagará, ¡pero ni el Sábado de Gloria!

Por ese motivo cuando dijo que tenía que ir a mi casa no le di la dirección. Creerá que vivo en la Calle Azacayas, pues allí que lleve la costura.

Yo creo que es otra forma de ser hipócritas.