sábado, 30 de noviembre de 2013

Hipócritas

Autor: Antonio Cobos

Feliciana García y Mercedes López eran dos de las amigas más cercanas de Nuria en Ciudad de México. Sus maridos, Paco Peña y Santiago Muñoz, exiliados españoles como Joan, se habían conocido en el Sinaia, en su viaje de refugiados republicanos al nuevo mundo y se volvieron a encontrar en el distrito federal. Fueron intimando a lo largo de los años y solían reunirse para los pocos momentos de diversión que disfrutaban. Más adelante hicieron viajes juntos para conocer el país y se compraron un apartamento en Veracruz para pasar las vacaciones más o menos por las mismas fechas.
 
Feliciana y Mercedes no trabajaban fuera de casa. Organizaban sus hogares y cuidaban de sus niños. Apenas sus condiciones de vida empezaron a mejorar, buscaron la ayuda de un servicio doméstico autóctono, que cada vez se ocupaba más y más de todas las tareas culinarias y de limpieza y, poco a poco también, del cuidado de los niños.
 
Nuria se encontraba con ellas, a veces durante el horario laboral y a veces no, pero raramente estaba relajada y sin prisas, y nunca dejaba pasar las horas de forma ociosa, hablando de banalidades y conocidos comunes, como Feli y Merche solían hacer. Para ella, eso era una pérdida de tiempo.
 
Las dos amigas de Nuria, tenían más circunstancias y afinidades compartidas y sí disponían de tiempo para hablar largamente de amigos y conocidos de ambas. Y uno de sus temas favoritos era hablar de su amiga empresaria. El tema era inevitable después de cada ocasión en que se reunían las tres, y tras el momento, inevitable también, en que Nuria se excusaba para irse a trabajar o para hacer una determinada gestión.
 
-          ¿Te has fijado en lo que llevaba hoy? – preguntó Merche mientras agitaba la mano para despedir a su amiga saliendo por la puerta del establecimiento.
 
-          Y tanto. ¡Qué elegante es la puñetera!
 
-          No sé de donde saca el tiempo para irse a comprar ropa. Aunque, tampoco creas que tiene tanta ropa, pero se la sabe combinar muy bien.
 
-          Con lo catetilla que era cuando la conocimos. Realmente ha mejorado mucho con el tiempo.
 
-          Algo se le habrá pegado de nosotras, digo yo.
 
-          Mira, quieras que no, nosotras somos de Madrid. Ella es de un pueblo de Barcelona. No es lo mismo.
 
-          Pero ella vivió en Barcelona ciudad.
 
-          Sí, pero por poco tiempo. Además, ella donde ha cambiado es aquí.
 
-          Como te digo, algo habremos influido nosotras.
 
-          Y lo que no sé es como no atiende mejor a sus hijos y a su marido. Ahí, no nos ha copiado a nosotras.
 
-          No sé como no se da cuenta, que deja a Joan en mal lugar. Con lo machos que son  aquí en México, dejar que tu mujer te mantenga. Porque el sueldo de él es una miseria, lo que realmente los está haciendo ricos son las tiendas de fruta.
 
-          ¡Y meterse ahora en lo de los supermercados!, ¡se van a hacer de oro!
 
Merche y Feli siguieron hablando de Nuria, comentando lo poco que estaba con sus hijas, los movimientos que hacía sola por la ciudad, que no estaban bien para una mujer decente y que podía ser peligroso, y sobre todo a Feli, lo que le molestaba más, era ese airecillo de superioridad en el que se envolvía, a veces, al comentar algunas cosas. Parecía que les dijese que era más lista que ellas dos, o más capaz, o más algo. Aquello que decía de que ‘toda persona debe tener un medio de subsistencia, sea hombre o mujer’, pues dependía. Sus maridos preferían que ellas dos se quedaran en la casa, ya que ellos traían el dinero necesario para vivir.
Dos semanas más tarde, en un encuentro de las tres parejas, en el que los hombres iban por su sitio, hablando de sus cosas y las tres mujeres por el suyo, hablando también de sus cosas, Merché preguntó a Nuria:
 
-          ¿Y cómo van los supermercados?
 
-          Por ahora es pronto para saberlo – contestó Nuria - pero, en principio, parece que funcionan bien.
 
-          Es que tiene mucho mérito lo que haces, porque en realidad eres tú el alma del negocio – dijo Feli
 
-          ¡Qué va! El alma es Diego, y Joan le dedica todas las horas que puede y más.
 
-          Pero tú también le dedicas todo el tiempo del mundo.
 
-          No hay más remedio si queremos que la idea triunfe.
 
-          A mí me gusta mucho más vuestro supermercado que el de Sumesa. Lo tenéis mejor expuesto todo y más cómodo de coger – intervino Merche.
 
-          Me interesa recoger opiniones de la gente para mejorar - añadió Nuria
 
-          Hija, es que lo haces muy bien. Digas lo que digas, eres tú la que hace que el negocio funcione.
 
-          Yo lo único que hago es dar un curso de formación a los empleados,  seleccionar a los mejores y controlar que trabajan bien.
 
-          ¿Y te parece poco?, ¡pues es lo más importante, que te atiendan bien! – dijo Merche
 
-          Y ¡controlar que lo hagan! – apostilló Feli.
 
-          No, no – intervino Nuria, alagada pero sin querer darles la razón – Lo más importante es la gestión de compras y el control de gastos, que es lo que hacen Joan y Diego. Tienes que saber hasta dónde puedes y a partir de dónde no debes. Y a veces te equivocas. Pero no te puedes equivocar mucho, pues te arruinas. Tú compras un producto que se estropea y si no ajustas muy bien la oferta y la demanda, te puedes hundir. Hay que saber hacer ofertas de aquello que puedes perder, antes de que no esté ni para ofertar. A veces es mejor regalarlo y no cobrarlo. El personal es también muy importante. Debe tener iniciativa, pero ha de proporcionarte una confianza total. Tienes que estar encima. En fin, todos aportamos nuestro granito de arena.
 
-          Yo le encuentro mucho mérito a lo que haces. Siendo mujer y teniendo todas las obligaciones que nosotras asumimos y que ellos no tienen.
 
-          Bueno, Joan y yo somos iguales.
 
-          Pero mujer, ¡cómo vais a ser iguales!
Siguieron hablando de hombres y mujeres y derivaron la conversación hacia la presión que se estaba haciendo al gobierno para que la mujer tuviera derecho a votar en México, cuestión que quedó finalmente resuelta en ese mismo año 1953 y en las que las tres estaban de acuerdo.
 

Las dos caras

Autora: María Gutiérrez

En este mundo existen infinidad de personas que van por la vida con doble moral, haciendo uso de los amigos cuando estos pueden dar provecho, olvidándose de ellos cuando ya no tienen nada que ofrecerte. Se valen solo de la mente aparcando los sentimientos y manipulan a los demás con total autonomía tomando las más injustas decisiones, haciendo uso del poder como dueños y señores de las personas que trabajan a sus órdenes, tratándolos sin ninguna consideración con continuos reproches y humillaciones levantando calumnias de todo tipo dirigiéndoles la palabra solo para ofenderlos y meterles miedo, catalogándolos como ciudadanos indignos, incompetentes y convencidos de ser los causantes y culpables de esta situación de crisis insostenible. También hacen uso del poder para proceder a despidos improcedentes sin importarles la situación en la que queda la familia, como a ellos esto no les afecta ya que tienen bien asegurado como llegar a fin de mes.

La mayoría de estos personajes, llevan incluida la doble personalidad guardando la piel de lobos y sacando la de corderos ante sus amigos ricos e influyentes. Ante estos usan un porte correcto, aparentando que son dóciles y sensibles, convirtiendo todo en un ceremonial importándoles solamente prosperar en el mundo de los negocios tomando fama y renombre, sea al precio que sea. Se muestran refinados y aparentes, inspirando confianza y cordialidad para poder conseguir sus objetivos.

Saben muy bien controlar sus impulsos, actuando con bastante prudencia haciendo uso del tacto y la delicadeza, hechizando con sus buenas palabricas estudiadas al máximo para poder demostrar que son personas dignas de reconocimiento y admiración, creando un ambiente bastante atractivo astutamente disfrazado de buena voluntad, inventando eventos, sobornando con espléndidos regalos y todo para conseguir los más altos honores y reconocimientos públicos y notorios. Piensan que cuanto más alto sea el estatus conseguido, mayor será la gloria conseguida. ¡Que lejanos quedaron sus humildes orígenes¡ ¡Qué vergüenza señores!

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El símil del burro

Autora: Rafaela Castro


He mirado el diccionario, y he visto que hipocresía es lo que siempre había pensado. Pero mejor expresado de lo yo lo haría: “Fingimiento y apariencia de cualidades o sentimientos contrarios o distintos de los que se tienen”. También sinónimos como ficción, simulación, doblez, farisaico, fariseo, etc. Estos dos últimos, si el hipócrita finge piedad o austeridad.

Esto que voy a relatar es algo que mis padres me contaban cuando era jovencita y a mí me hacía mucha gracia. Decían que en una ocasión, un campesino fue a la feria de ganado con la idea de vender un burro. Éste sólo sabía comer, eso lo hacía de maravilla; pero para trabajar, ahí se perdió ese dicho de “trabajar como un burro”. A mitad del trabajo, se paraba o se tumbaba. Por más que le decían: “¡Arre burro!”, él ni se inmutaba. Cuando su dueño se enfrentó a sus posibles compradores, no dejó de halagarlo y tirarle flores:

 -Esto no es un burro, ¡es una joya!, y si lo compran, ya se darán cuenta de la ganga que han comprado.

 El campesino, cuando nadie lo miraba, le decía al oído al burro:

-Y que yo tenga que decir que eres bueno.....

 Al final el trato se cerró, y este hombre terminó maravillándose de lo bien que le había salido la jugada.

 Esta historia me ha hecho pensar en las preferentes, y de cómo les vendieron el mismo burro a tantas personas. Puede que unos estén más necesitados que otros, de todos modos, una injusticia donde las haya. Concretamente a una amiga que se dedicaba al sector de la limpieza y se jubiló, fue una de las que le tocó, no recuerdo la cantidad, pero bastante considerable. Ella vivía con su madre, que ya murió, y ahora se ve sola y estafada. ¿Cómo podemos llamar a éstos hechos? Engaño, hipocresía, falsedad, falta de escrúpulos,.... Me imagino a estos señores, si es que se les puede llamar así, con una sonrisa de oreja a oreja para ofrecer el producto, o la ganga como la del burro.

 A veces siento como vergüenza de pertenecer al género humano, porque de alguna manera, a mayor o menor escala, todos somos partícipes de este tinglado, teatro o como lo queramos calificar.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Hipocresía

Autora: Pilar Sanjuán Nájera


    Hay mucho que decir sobre esto.

    He desechado varios borradores porque me parecía que era demasiado cruda al tachar de hipócrita casi todo lo que nos rodea; es muy fácil acusar a los demás; reflexiono si no estaremos todos un poco contaminados de ese vicio: cuando alabamos un cuadro o un escrito que no nos gusta por no herir a su autor, cuando nos mostramos amables con gente que es antipática, cuando nos encontramos a la vecina de arriba que tira porquerías a nuestra terraza y no le ponemos cara de perro… ¿Son prácticas de buena educación o es hipocresía?

     En fin, quiero ser sincera y aprovechar la libertad que tenemos en este FORO nuestro de Los Relatos, donde afortunadamente no hay censura para decir lo que pienso; quizás debería ser más moderada, pero cuanto mayor me hago, más crece mi vehemencia, porque soy más consciente de lo que pasa alrededor.

    Sobre la hipocresía, dijo en su época Homero: “Odioso es para mí el hombre que oculta una cosa y dice otra”.

   Jesucristo llamó a los hipócritas fariseos “ sepulcros blanqueados” y Quevedo, con su aguda clarividencia, decía: “La hipocresía, es grande virtud política” ¡Qué razón tenía! ¿Se siente ahora el mismo rechazo hacia ese mal hábito o se va admitiendo como algo generalizado?

    El ejemplo que nos dan los políticos, la Iglesia y cualquier clase de poder, parece que nos incita a aceptar la hipocresía como algo habitual; hay que estar muy seguros en nuestras convicciones para no claudicar ante esta ola de falsedad creciente que nos envuelve. Es pasmoso cómo vemos a diario conductas hipócritas revestidas de engañosas verdades; por ejemplo, los anuncios en los medios de comunicación: nos bombardean con fingidas promesas de felicidad, que van dirigidas sobre todo al mundo infantil y juvenil, cuyos miembros son más vulnerables; el impacto de estos anuncios hace estragos; así ha nacido ese monstruo llamado consumismo, que consigue justo lo contrario de lo que promete; hace a las personas insaciables, ansiosas e infelices. Los dirigentes asisten impasibles a estos efectos nocivos en la población, porque a ellos les reportan beneficios.

    Sobre la hipocresía en la mayor parte de los políticos, podrían correr ríos de tinta ¡Con qué desfachatez, cinismo y desvergüenza nos quieren hacer lo blanco negro! Mienten, cometen delitos de todos los calibres y se muestran como seres intachables, insultando nuestra inteligencia; se aferran al poder para medrar de manera fraudulenta; son corruptos. Y los ciudadanos ¿Qué somos para ellos? Votos, sólo votos que los aúpan al poder y una vez instalados en él, olvidan su deber de gobernar con equidad; muy pocos son inmunes a estas malas prácticas.

    Un ejemplo de hipocresía en grado superlativo, es el empeño que los dirigentes de la Comunidad de Madrid ponen en convencernos de las grandes ventajas de instalar ese horror llamado EUROVEGAS, ¡Qué cínicos, qué hipócritas! Todos sabemos, (ellos no, claro está) que detrás de ese Complejo, están las mafias, la droga, el envilecimiento, la ruina de los incautos que pisen allí…¿Cómo un Gobierno puede dar luz verde a un proyecto tan abominable? ¡Ah! Porque a los dirigentes de esa Comunidad sí les va a llover el maná y les importa poco que la gente se corrompa y se envilezca; para endulzar más ese caramelo envenenado, Dª Ana Mato, Ministra de Sanidad, muy preocupada por la salud de los ciudadanos, va a dejar fumar en algunas dependencias. Miel sobre hojuelas.

    Otra cosa que causa sonrojo de nuestra clase política, es que alardeen de lo que hacen por la “Marca España” (qué estúpido nombre han acuñado para hablar de nuestro país). Ellos precisamente, la están denigrando con la corrupción, las mentiras y la falta de credibilidad.

    ¿Y qué decir de los Presidentes y Ministros cesantes? Siempre encuentran un buen puesto de trabajo con sueldos de infarto, sobre todo en Multinacionales. Esas Multinacionales a las que, hipócritamente, atacaban por sus abusos y que después, no tienen empacho en aceptar de ellas puestos relevantes; así tenemos entre otros muchos a Aznar, Felipe González, Rodrigo Rato, Pedro Solbes, Elena Salgado, Zaplana, Acebes, etc.

    Otro lugar donde se cuece la hipocresía en grandes recipientes, es la Iglesia Católica. Vaya por delante que siento respeto por la Iglesia sudamericana o la de los cristianos de base. Me refiero y rechazo a esa Iglesia hipócrita que en España se apodera con codicia de bienes municipales; la que protege a curas pederastas; la que echa tierra sobre asuntos de corrupción, bien numerosos por cierto; la que nos predica virtud y austeridad mientras en ella hay vicio y lujo de forma soterrada. Y sobre todo, la que me produce horror, es la Iglesia Vaticana; en ese lugar, la hipocresía hay que escribirla con letras mayúsculas; allí hay intrigas, falsedad, ambiciones, traiciones, lujo insultante, corrupción, finanzas delictivas, muertes nunca esclarecidas de banqueros, Obispos sospechosos de pederastia, etc, etc. El Papa Francisco parece que se ha propuesto sanear desde dentro ese “avispero”; buen trabajo le espera ¿Hasta dónde le dejarán llegar?

    Mención aparte merece la Casa Real  por su real hipocresía. A la Familia Real nos la pintan como modélica, cuando sabemos que hace aguas por todas partes; entre sus miembros las relaciones son variadas: buenas, malas o nulas. Tenemos un Rey del que se dice que es muy campechano; no entiendo muy bien el mérito de ser campechano; lo que sí es cierto, es que es infiel a su esposa desde tiempos inmemoriales y que, quizás por su campechanía, se ha corrido juergas frecuentes (pero acalladas, eso sí); las últimas, cuando entre los españoles hacía estragos la crisis ¡Ah! Pero se le obligó a pedir perdón y lo hizo de una manera tan lamentable, bochornosa y patética que más vale que no lo hubiera hecho.

    Tenemos una Reina, dicen, llena de dignidad; esta dignidad consiste en soportar su situación haciendo juegos malabares entre sonrisas forzadas, apareciendo en algunos actos, fingiendo lo bien que se lleva con su marido cuando sabemos que ni se hablan, y sobre todo, esperando que su hijo herede el Trono; esta larga espera la mitiga viviendo más en Londres que en la Zarzuela.

    En esta familia Real hay un miembro corrupto, el Sr. Urdangarín, y una infanta, su esposa, sospechosa de corrupción, pero a la que no van a imputar, faltaría más.

    Nos quedan los Príncipes, la gran esperanza de la Casa Real, la “joya de la Corona”. Nos los presentan como cercanos a su pueblo ¿Es así? Yo diría que están a años-luz. En Oviedo, en su discurso de los premios que llevan su nombre, el Príncipe dio coba a los españoles felicitándoles por sus muchas virtudes y por la forma en que se sobreponen a la crisis. Me pareció una hipocresía ¿Pero qué sabe él de crisis? ¿Ha asistido con su esposa a algún comedor social y han comido allí con las personas que los frecuentan para saber de primera mano sus necesidades? ¿Han visitado familias con casi todos sus miembros en paro, que viven de la modestísima pensión de los abuelos?

    En cuanto a la Princesa, nos quieren convencer de que es austera porque una vez al año repite modelito en alguna fiesta ¿Qué hace con los 364 lujosos vestidos de los modistos más caros? ¿Les compra a sus niñas la ropa en los mercadillos de ocasión? ¿Las lleva a escuelas públicas para dar ejemplo?

    En fin, después de mis últimos párrafos pensaréis que “atufo” a República; pues sí, soy simpatizante de la República, pero tampoco soy tan ilusa como para no darme cuenta de lo lejana que está. Desde luego, la Familia Real es la que más hace por su advenimiento.

   Para terminar ¿Os he escandalizado mucho?

 

Teología de la hipocresía occidental

Autor: Antonio Pérez


Erase una vez el cerdito que me prometió chorizos gratis, el pájaro que me prometió que todo iba a volar en mil pedazos, la gallina que todos se asustarían de la responsabilidad y echarían a correr, la vaca que a todos locos volvió.

Erase una vez Prometeo, que lo hacía con los dedos cruzados, los que nos vendían sueños de hierro, pero hechos de barro. ¡Véndanse las ánimas! Ya estamos condenados.

Sonrisas de payaso, solamente pintadas, nariz de pinocho, pero con punta y que clava. Las patas son de palo, podridas en el tiempo, y el corazón… No hay corazón, son trozos de piedra. Ojos resecos de rencor y resentimiento.

Gente que olvidó de reír,  el bufón no paró de llorar  y lágrimas que inundan la felicidad. Las estatuas se apuran a correr para que no le salpique el olvido.

Los locos gobiernan el mundo, la libertad bajo rejas, con grilletes atados al palo de la inocencia. La esperanza echó el cierre por traspaso a la depresión.

Infamias neuronales del padre nuestro, decretos de mutilación, muerte del pensamiento, bibliotecas prendiendo para combatir el frío del invierno.

Zombis modernos, de Channel y Armani, superfluos como el viento, pero vacíos de todo.  Sociedad dinamita que por mecha es la hipocresía.

Armas enterradas de sinceridad con caballeros mutilados con la verdad.

Venga a nosotros tus llamas, quémanos con ignorancia, mátenos la verdad, y honraremos su justo pecado, de la precariedad, la mentira y la indignación de pobres infieles de los justo, que en el infierno arderán… los primeros.

Hipocresía ejemplar

Autora: Amalia Conde


I

Hay un matrimonio discutiendo a voz en grito en su casa y una vecina que tiene la oreja pegada al tabique se da cuenta de que están riñendo por asuntos de celos. La vecina se cree la más indicada para ayudarles y se dispone a ir a hablar con el matrimonio con su mejor voluntad. Trata de poner orden y estar a favor de la mujer, le dice al marido que su mujer no se merece que la trate tan mal, que es una gran persona y una buena madre.

Cuando la cosa estuvo más calmada la vecina se fue a su casa orgullosa de haber arreglado el asunto, pero a la vecina se le olvidó decir que ella era la culpable de que ese hombre llegara a su casa por la mañana después de haber estado con ella toda la noche.

II

Cuando se tiene un trabajo como el que yo he tenido es muy corriente tener varias personas de la misma familia como clientas.

Normalmente mientras se están probando el traje, para que no haya aburrimiento se sacan comentarios del tiempo, del mercado o la salud, pero si la persona que se está probando trae un asunto familiar muy importante para ella te lo cuenta aunque le taparas la boca.

Si el asunto es de suegra y nuera, o de cuñadas, pongo toda la atención del mundo para darles la razón y que vean que las estoy escuchando, lo malo es cuando me preguntan qué me ha parecido.

Lo que me ha parecido no se lo puedo decir porque le he quitado el pellejo a la nuera y a la cuñada, así que tengo que ser hipócrita y decirles que me parece o está muy bien o pierdo las clientas.

III

Este verano pasado tuve que ir al centro de Granada por asuntos de papeles y a pesar de que me llevó mi sobrina en la silla de ruedas, una señora me llamó por mi nombre. Al pronto no supe quién era, pero empezó a decirme pamplinas, entonces caí, era una antigua clienta de cuando cosía.

Empezó a hablar lo más fuerte que pudo diciendo; estás muy guapa, no pasan los años por ti y que tenía que ir a mi casa. Y otra vez con qué bien estaba y qué guapa. Y todas esas tonterías me recordaron que esa señora es de las que se llevan la costura terminada diciendo que el sábado sin falta te pagará, ¡pero ni el Sábado de Gloria!

Por ese motivo cuando dijo que tenía que ir a mi casa no le di la dirección. Creerá que vivo en la Calle Azacayas, pues allí que lleve la costura.

Yo creo que es otra forma de ser hipócritas.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Dios está de nuestra parte

Autora: Elena Casanova


Se siente desorientado a causa de la venda que le tapa los ojos mientras una  mano sobre el brazo lo dirige por lo que parecen  ser largos pasillos. Cada músculo de su cuerpo se agita de forma involuntaria, no por el frío  sino por el miedo a la indefensión y la incertidumbre. No sabe cómo ha llegado hasta aquí, solo consigue recordar vagamente un tejido presionándole la nariz y un olor penetrante entre dulzor y cítrico. Lo empujan levemente hacia la derecha y toca con la punta de su zapato el peldaño de una escalera, al final de la cual  se oyen murmullos de voces femeninas. Cruza una puerta y mientras le ordenan  sentarse, lo liberan por fin de su ceguera.

No sale de su asombro al comprobar que está situado en el centro de una enorme habitación, rodeado de un numeroso grupo de mujeres que parecen no mirarlo con muy buenos ojos. Frente a él se encuentra una  persona que ronda la cuarentena  y le pregunta mirándole directamente a la cara.

-          ¿Cómo se encuentra?

-          ¿Dónde estoy?

-          Rodeado de mujeres, ¿no lo ve?

-          Sí, claro que me he dado cuenta, pero ¿Me puede explicar cómo y  por qué me han traído aquí?

-         Tranquilo,  la mejor manera de que usted acudiera a nuestra cita ha sido invitándole, digamos... ¿por las buenas?, solo que nos hemos ayudado de un poco de cloroformo, no podíamos exponernos a una negativa.

-          No entiendo nada, quiero una explicación, esto no es tolerable. Señora, no le voy a permitir ninguna tontería. Exijo que me liberen ahora mismo.

-          No tan deprisa. Primero vamos a tratar algunos asuntos.

-         ¿No estaré secuestrado?

-        Relájese ¿vale?, no somos personas que queramos privarle de su libertad, aunque tengo la impresión que usted no entiende demasiado de este asunto.

-          ¿De qué va todo esto?

-       A su debido tiempo.

En ese momento se despliega una pantalla enorme en la que aparecen algunas escenas sobre el maltrato femenino por parte de su pareja. A todas las mujeres de la sala, sin excepción, les duele mirar esas imágenes y, cabizbajas, escuchan horrorizadas los exabruptos e insultos proferidos por el hombre. Sus cuerpos se encogen cuando de los improperios se pasa a la  violencia física y las bofetadas ocupan un primer plano. Después el silencio; un cuerpo dolorido, tirado de cualquier manera en el suelo, no solo roto por el daño físico, sino también por la ansiedad, el insomnio, la baja autoestima, la depresión e incluso, lo más insólito, la culpa.

-          Señora, ¿Me puede explicar  qué tengo que ver yo con todo esto?

-          ¿Se atreve a preguntar? ¿Qué clase de persona se desvincula de estas imágenes cuando ha incitado a la violencia hacia la mujer desde un altar?

-          ¿Cómo? ¿Cómo se atreve? Yo solo predico desde el amor.

-        Claro que sí, como dicen otros muchos que pertenecen a su misma calaña. Además ya defendió el abuso del cuerpo de la mujer por parte del hombre, y ahora apoya y difunde la sumisión, la obediencia absoluta para que permanezca  en un segundo  plano, como ya  sucedía no hace tantos años.

-          No le voy a tolerar que siga insultándome de esa manera…

-          No creo que usted esté en condiciones de exigir nada. Se encuentra entre una treintena de mujeres que hemos sido maltratadas por nuestras parejas y usted nos va a pedir perdón ahora y también va a notar parte de la humillación que se siente cuando tu autoestima es pisoteada, y no solo por la mano que te golpea sino también por las voces que públicamente alientan a tanta barbarie. Y qué mejor penitencia para redimir sus pecados que hacerlo entre una pequeña parte de las víctimas.

-          ¡Están locas, están ustedes locas, no se les ocurra tocarme!

-        No pensamos rozarle ni un solo milímetro, no es digno de que ninguna de nosotras se acerque a un personaje como usted.  Lo único que queremos es verle vomitar toda esa obscena ideología de la que se alimenta día a día.

En unos segundos se apagaron todas las luces y un intenso e intermitente pitido sonaba desde algún rincón. Javier se estremeció y notó cómo el sudor empapaba su camisa. Se levantó tambaleándose del sillón para coger el teléfono que no paraba de zumbar.

-          ¿Quién es?

-        Llamo de la editorial. Comunicarte que toda la polémica suscitada por el libro Cásate y sé sumisa ha sido un éxito. Las ventas se han multiplicado y creemos  que pronto va a hacer falta una segunda edición.

-          Gracias, acabas de salvarme del infierno.

-          ¿Cómo dices?

-         No, nada… cosas mías. Sigue informándome y si hace falta una nueva rueda de prensa se hace, ya sabes, no hay que dejar que este asunto se olvide demasiado pronto para que las ventas sigan a buen ritmo.

-          Claro, hay que aprovechar la buena racha

-          Por supuesto y recuerda, Dios está de nuestra parte.