viernes, 28 de febrero de 2014

Clases gratificantes

Autora: María Gutiérrez

Hace ya tres años que soy alumna del Aula  Permanente de Formación Abierta de la Universidad de Granada. El camino me lo abrió una amiga que llegó una mañana del mes de Septiembre a mi casa con unos impresos ya rellenos y fue tal la ilusión que trasmitía que parecía una colegiala a punto de empezar el colegio. Entre ella y mi hijo me animaron de tal manera, que al día siguiente  estábamos las dos haciéndonos la matrícula.

Al principio te preguntas, ¿qué me encontraré en el aula? ¿Me gustarán las asignaturas? ¿Habrá alguien de mis tiempos mozos? En fin, toda una serie de interrogantes propias de unas principiantes.

Las clases comienzan a las cinco de la tarde y la mayoría son bastantes  amenas. Algún que otro profesor  nos suelen alagar con nuestra actitud hacia su trabajo docente, comentándonos que les hacemos su labor más fácil y gratificante que los alumnos jóvenes ya que ven que nuestros intereses son otros, incluso aceptan de buen grado que algún que otro alumno dé una cabezadita durante la clase, tomándoselo como un exceso de concentración en la materia que se está explicando.

El gran apoyo del profesorado nos está ayudando para adquirir unos conocimientos que no teníamos y recordar otros que habían quedado mal aparcados. Nos están haciendo viajar a través del cuerpo humano con  Salud Integral como materia de presentación, adentrarnos en el arte, comprobar lo que nos han enriquecido todos los pueblos con sus culturas a lo largo de los siglos, conocer a fondo la historia de nuestra ciudad desde sus orígenes hasta el  momento actual, conocer mejor la conducta humana por medio de la psicología ofreciéndonos estrategias de afrontamiento al mundo que nos rodea y poder conseguir mayor calidad de vida y un largo etc...No podemos dejar de mencionar  los viajes y visitas culturales que nos han reforzado todo lo que estamos aprendiendo.

Creo que ha sido un gran acierto ya que este ambiente nos está enseñando a abrir los ojos  a infinidad de perspectivas y poder captar muchas cosas que nos rodean cotidianamente y son de bastante utilidad para llenarnos de más energía y sentirnos más jóvenes aumentándonos el deseo de encontrar nuevos caminos y disfrutar de todo lo que tenemos a nuestro alcance.

Desde estas líneas animo a toda persona que tenga cumplidos los cincuenta años y tenga ilusión por adquirir más conocimientos, amigos y experiencias. Son los únicos requisitos.

Un viaje interruido a las cinco de la tarde

Autora: Rafi Castro
 
Hacía ya tiempo que no me atrevía a ir de viaje unas veces por la economía, otras por circunstancias familiares y otras por falta de ánimos. Por fin me animé.
 
En casa los nervios estaban a flor de piel.
 
-¡Mamá!-me dijo mi hijo enfadado-¡Cómo no te duchaste antes, todo lo dejas para última hora! El avión sale a las seis y son las cuatro. ¿Tienes la maleta hecha? 
 
-Sí, la  hice anoche antes de acostarme.
 
-¿Has comido?
 
-Sí, almorcé a las dos contigo ¿o no te acuerdas? Ahora va a resultar que estás más desmemoriado que yo.
 
Me duché, me vestí, recogí mis cosas y salí hacia el pasillo con el bolso y la maleta. En ese momento, era yo la que le metía prisa a mi hijo para que fuese a por el coche para llevarme al aeropuerto. Allí me reuniría con mis compañeros y compañeras del Imserso.
 
Ese año nos llevaban a Palma de Mallorca, Algunos que ya éramos conocidos, nos intercambiábamos saludos. En algunos momentos, se nos oía hablar a casi todos a la vez. Alguno que otro decía que le daba “repelús” el avión, y que era la primera vez que viajaban tan lejos. Los más veteranos, los animábamos diciéndoles que no lo pensaran, que antes de que se dieran cuenta estaríamos en nuestro destino, y lo íbamos a pasar muy bien.
 
Cuando terminó el trámite de los equipajes, nos dirigimos todos para la pista en la cual estaba nuestro avión esperando. Justo al llegar al pie de la escalerilla sonó el teléfono. Era una de mis hijas:
 
-Mamá, te recuerdo que son las cinco, y a las y cuarto tienes que recoger a mi hijo de las clases de natación... te noto la voz rara mamá.
 
-Claro hija, acabas de chafarme el viaje que iba a realizar en estos precisos momentos.
 
Espero que el próximo sea real y no un sueño.

viernes, 21 de febrero de 2014

Los antiguos libros de papel

Autor: Antonio Cobos
 
 
Hacia las cinco de la tarde partió el último camión lleno de libros de distintos temas, épocas y tamaños. Se habían revisado de nuevo los domicilios particulares, como se había hecho algunos años atrás, y habían aparecido algunos otros volúmenes dispersos, probablemente extraviados y fuera de lugar, y en algunas casas cerradas durante años, siendo posible incluso, que entre los textos requisados hubiese algunos que hubieran sido previamente escondidos por sus dueños.

 Las bibliotecas públicas y las particulares ya habían sido confiscadas previamente y tras este nuevo repaso, no es probable que quede ningún libro de papel en la ciudad, salvo los escasos ejemplares seleccionados para el Museo del Libro de Papel. Desaparecieron primero los diarios de papel y después le toco el turno a los libros impresos. El mismo proceso había tenido lugar en todas las ciudades del mundo.

 En las mismas fechas y durante bastantes días los libros escritos desde la aparición de la imprenta habían servido de combustible a las centrales productoras de electricidad de las grandes compañías eléctricas. Se paliaba así la inevitable escasez de combustibles fósiles. Las empresas productoras de energía se ofrecieron a favorecer el gran paso ineludible a la modernidad y a facilitar los cambios en los nuevos hábitos lectores. Habían ahorrado combustible y habían cobrado por hacer ese favor a los gobiernos. Doble negocio.

 A todos los ciudadanos se les repartió un pen, o lápiz de memoria, con miles y miles de libros de lectura. Era un regalo merecido para todos los que entregaran un libro al menos, y ya no se publicaría nada en papel en el futuro, salvándose así millones y millones de árboles cada año. Todo estaría en la red y el acceso sería gratuito.

 Entre los miles de libros contenidos en el pen, algunos ciudadanos empezaron a echar en falta algunos títulos imprescindibles en una biblioteca enciclopédica y universal. Otros observaron que algunos escritos importantes se habían resumido en ediciones abreviadas y mal resumidas. Otros, los más ávidos lectores, habían percibido que algunos textos estaban modificados respecto al recuerdo que ellos tenían del original. Quizás las ediciones primigenias estarían en ese acceso prometido, pensaron. Todo esto era comentado de boca en boca pues, en los informativos de noticias, no se decía nada al respecto.

 El acceso universal y gratuito a la base editorial mundial no pudo ponerse en marcha por falta de acuerdo entre los dos o tres grupos políticos mayoritarios, por problemas diversos de propiedad intelectual, por falta de compatibilidad de las bases de datos y por otras múltiples razones. Todo lo que quedó de la plataforma documental histórica y mundial fue ese pen, manipulado, según decían algunos.

 Cuando cambiaron los gobiernos – las elecciones eran simultáneas en todo el planeta -, se repartió un nuevo pen gratuito, esta vez, a todos y a cada uno de los ciudadanos del mundo, pues el anterior se borraba automáticamente al final de la legislatura. Los productores de lápices de memoria, y algunos intermediarios, se habían hecho multimillonarios en un breve periodo de tiempo. Algunos ciudadanos concienciados observaron diferencias entre un pen y otro. Para las siguientes elecciones desapareció el pen individual, al que cualquier ciudadano tenía derecho, ya que todo se podría consultar gratuitamente en la red. Sería un importante ahorro para la sociedad.

 Finalmente se decidió dar una segunda vuelta en la detección de libros impresos, pues se comentaba con relativa frecuencia la aparición de algunos ejemplares aislados y las resistencias encontradas en díscolos ciudadanos, afortunadamente sólo de vez en cuando, para colaborar con el bien común. Hoy hacia las cinco de la tarde tendría que acabar esta campaña mundial de recogida de libros de forma simultánea.

 También hoy ha habido sorprendentes novedades en los noticieros e informativos mundiales. En un próximo futuro, se trabajará durante el día y todo el mundo regresará a su casa al anochecer para descansar y compatibilizar la vida laboral y familiar, esperándose una mejora en las relaciones familiares y sociales. Se reducirán al mínimo los desplazamientos nocturnos y progresivamente, se irán disminuyendo los puntos de luz durante la noche. Eso representará un enorme ahorro energético a nivel mundial. Se permitirá una hora de acceso gratuito a la red para facilitar la comunicación con los familiares que viven en otro lugar y para favorecer la vida social con conocidos y amistades, y en los hogares, se podrá recibir la emisión de la única cadena de informativos, centralizada para ahorrar costos, que será subvencionada por los gobiernos y será por tanto gratis para los ciudadanos. Pasadas unas horas, durante la noche, se suspenderá la electricidad, con el consiguiente ahorro energético para toda la sociedad y el beneficioso y necesario efecto reparador que la medida provocará en el descanso de todos los ciudadanos.

 Grupos clandestinos de personas hemos comenzado a organizarnos…

 

Asuntos importantes en torno a una taza de té

Autora: Elena Casanova
 
Hacia las cinco de la tarde, doña Purificación Martín mandó preparar el té a Ramona que siempre estuvo a su lado desde sus nupcias con don Manuel Cabrera.  Cuando doña Purificación trataba asuntos importantes, lo hacía acompañada de una exquisita infusión. Para esta ocasión dispuso de un té negro especiado con cilandro, jengibre, anís, cardamomo, hinojo y canela. Cuando estuvo dispuesta la mesa, invitó a sentarse  a sus dos hijos con sus respectivas esposas.
-     Creo que ya va siendo hora de que os ponga al día sobre algunos asuntos que afectan a esta familia y que no han salido a la luz porque vuestro padre no ha querido hacerlo,  y sus motivos acabarán en la tumba con él.
-     Madre – la interrumpió Simón, el mayor de los hermanos- quizás este no es el momento… papá está arriba casi agonizando.
-     Pues precisamente por eso – insistió la madre- Os pasáis todos los días por esta casa con el deseo de ver un cadáver y os marcháis con el desánimo mal disimulado de que el viejo aún no ha abandonado este mundo.
-     Pero madre,  ¿qué está diciendo?  - se atrevió a decir Roberto.
-     Roberto, por suerte o por desgracia os conozco demasiado bien para percibir cierta decepción en vuestras caras. Pero a lo que íbamos, ya es hora de que sepáis algunas verdades.
Se produjo un silencio tenso mientras doña Purificación daba dos largos sorbos a su taza de té y saboreaba una pasta con verdadero placer. Ninguno de los presentes se atrevió a decir nada y todos se miraban de reojo no sin cierta inquietud y desconfianza.
-     A lo que iba – retomó la palabra doña Purificación - Llevo casada con vuestro padre la friolera de sesenta años. Nuestra vida en común ha sido, por utilizar algún término, dichosa en general. Hemos tenido nuestros altibajos como cualquier otro matrimonio pero, en general, nos hemos llevado bien. Lo que sí es cierto es que en tantos años yo no he podido evitar que vuestro padre se enamorara. Conoció a una mujer a los cuarenta y cinco y de esa relación nacieron dos hijos: Manuela y Daniel. Al principio no supe cómo encajar el nacimiento de estas dos criaturas pero con la posterior muerte de su madre, no dudé en ningún  momento que necesitaban todo el apoyo que yo podía darles.
Los dos hermanos se quedaron boquiabiertos pero ninguno de ellos fue capaz de articular palabra alguna. Por otra parte, sus mujeres se pusieron a murmurar entre ellas sin dar crédito a lo que acababan de oír.
-    Tampoco le deis más importancia de la que tiene. Se supone que sois mujeres y hombres modernos y con una mentalidad abierta. Estas cosas han pasado siempre y no nos vamos a escandalizar a estas alturas.
-     Pero madre… -balbuceó Roberto-  ¿Cómo permitió que papá…?
-     Mira Roberto –le cortó la madre en seco- simplemente decidí compartirlo. Sabía perfectamente que tu padre no iba a renunciar a esta relación y pensándolo  desde toda la calma que el asunto requería,  obvié habladurías y escándalos, siguiendo con la vida que había llevado hasta entonces. Además, al principio me sentí un poco oprimida con este matrimonio que fue de conveniencia pero, poco a poco, me fui acostumbrando a la compañía de este hombre y casi le llegué a querer. Me acomodé a esta situación de calma y no quería cambiar la posición en la que me encontraba. Cuando vuestro padre conoció a esta mujer me sentí, sorprendentemente, más liberada, con un tiempo extra que no tenía que dedicar a mi marido porque él pasaba muchas temporadas fuera de casa. Además, curiosamente tu padre y yo ganamos en confidencialidad. Llegó a confesarse que había alcanzado cierta estabilidad con estas dos relaciones. De una parte, yo era más racional y por la otra, su nueva compañera era toda sensibilidad y en el centro de esta balanza se encontraba él, con lo que su vida, por fin, había alcanzado el equilibrio que tanto necesitaba.
-     ¿Qué ha pasado desde entonces?  ¿Dónde están nuestros hermanos?- preguntó con incredulidad Simón.
-     Como ya os he dicho la madre murió cuando eran solo unos niños. Se criaron con una tía soltera y tu padre les designó una cantidad de dinero todos los años para que vivieran con cierta soltura. Eso les ha permitido recibir una buena educación y la han sabido aprovechar.
-     Pero madre… nuestra herencia… nosotros somos los hijos legítimos.
-     Ahí también quería llegar, ese es el otro asunto. Tu padre y yo estamos arruinados. A partir de ahora os vais a tener que despedir de esta vida tan confortable a la que estáis acostumbrados. Desde este momento olvidaos de la cantidad tan sustanciosa que recibís y empezad a pensar en un trabajo serio. Y vosotras – mirando detenidamente a sus nueras- ya  podéis ir prescindiendo del colágeno para disimular vuestras arrugas, aumento de pechos y demás florituras con las que os habéis empeñado en convertir  vuestro cuerpo en una caricatura.
Los hijos se quedaron petrificados y el color de cara de las dos mujeres se tradujo en una palidez mortal.
Purificación siguió diciendo:
-     Sabéis que disponíamos de una pequeña fortuna, pero tu padre se empeñó  invertir en bolsa muy bien aconsejado por don José, el director del banco  de toda la vida. Centró su interés en títulos que acumulaban fuertes revalorizaciones y que se hallaban al máximo. Pero lo mismo que fue su vertiginoso ascenso resultó ser después su caída; por lo que nos encontramos en un punto en el que no tenemos absolutamente nada. La casa ya está vendida y en cuanto vuestro padre no esté entre nosotros, tendré que abandonarla.
-     Pero madre…  ¿Cómo ha podido suceder tal cosa… cómo permitió... dónde va usted…? –Javier no pudo terminar la frase.
-     Son cosas que pasan hijo y no pienso lamentarme de nada. De todas formas ya no me queda demasiado tiempo y necesito muy poco para vivir. Me iré con Ramona al  apartamento que tenemos en la playa, ese sí que he podido conservarlo.
Doña Purificación se sirvió otra taza de té. Se la bebió despacio sin mirar a ninguno de sus hijos. Al terminar, se levantó de la mesa, subió las escaleras hacia el dormitorio donde yacía moribundo su marido, le cogió la mano y sonrió plácidamente.

El tropiezo

Autora: Carmen Sánchez


        Hacia las cinco de la tarde, Amparo entró en el salón. Hacía varios años que este acontecimiento se había establecido en su rutina. Todos los días, tras una breve siesta, elegía la ropa según la luminosidad de la tarde o el brillo de sus ojos, se maquillaba y se colocaba el mechón rebelde que se escapaba de la melena perfectamente arreglada. Tras ponerse su collar de cuentas y tomar su bolso, se dirigía con aire distinguido a la sala. Cuando llegaba a la entrada, detenía levemente su paso decidido, para saludar a los ocupantes, masculinos principalmente, de los sillones contiguos.

Rosario, su acompañante habitual, solía retrasarse unos minutos.  Momento que Amparo aprovechaba para lanzarle una mirada atenta a Vicente, sentado en la mesa próxima. Esta era la señal para que él la agasajara respecto a su formidable aspecto y terminara la conversación refiriéndose a la exquisitez de la merienda, o al buen tiempo de esa tarde.

Instantes después aparecía Rosario, con paso vacilante y ligeramente encorvada. Su rostro, sin ser tan refinado como el de su amiga, mostraba una piel aún tersa y como contraposición, su sonrisa sincera le daba un aspecto afable. Además, era muy buena conversadora, porque escuchaba mucho más que hablaba, lo que hacía de ella una compañía inestimable.

La cita de esa tarde, seguía el ritual de todos los días hasta que entró en el salón Ignacio. Mientras escuchaba la charla entretenida de su amiga, Rosario descubrió la mirada inteligente, pero reservada y triste del nuevo huésped. No comentó su impresión con su compañera, que estaba distraída relatándole los últimos acontecimientos de la jornada, pero no dejó de observarlo disimuladamente.

Los días siguientes transcurrieron sin novedad. Ignacio se incorporaba con retraso a la sala y ocupaba una mesa apartada. Entre los vecinos, ya se había extendido la noticia de la llegada del nuevo, pero su actitud distante, mantenía alejados a los más curiosos.

Y mientras éstos hacían cábalas, acerca de su vida, él se planteaba si no se habría equivocado al tomar la decisión. Se afirmaba en no querer vivir con su hija, aunque ella no lo entendiera. Precisamente, por cuanto la quería, no podía tolerar que ella tuviera que decidir. Adela y él ya lo habían resuelto hacía tiempo, pero la muerte de su mujer, lo había precipitado todo.

En esos momentos su empeño era no ceder ante la tristeza. Los días eran interminablemente largos sin oír su voz y las noches infinitas sin la suavidad y la calidez de Adela. Leer no tenía sentido y pasear era no encontrar el camino. Cuando le faltaban las fuerzas, evitaba salir de la habitación, haciéndolo únicamente en la comidas y siempre buscando el lugar más retirado, para evitar miradas y conversaciones banales, que en esos momentos no podría soportar. Todas sus energías las reservaba para los encuentros con su familia, ya que, pese a su ánimo apesadumbrado, necesitaba transmitirles tranquilidad para que aceptaran su determinación.

Estaba perdido en estos pensamientos, cuando una señora tropezó al pasar a su lado. Instintivamente, se incorporó y la sostuvo, evitando así que cayera.

- Muchísimas gracias. Pero que torpe estoy. – dijo ella, y continuó:- Gracias a Dios que estaba usted para ayudarme.

- Ha sido un placer. – contestó él y añadió: - Pero, ¿se ha hecho daño?

- No, no se preocupe. No ha sido nada. Creo que he tropezado con la silla.

- A veces uno va distraído, nos pasa a todos. ¿De verdad no se ha hecho daño? - Insistió él.

- No, de verdad no ha sido nada. - Y exclamó a  continuación: - ¡Uy, pero que desconsiderada soy, no me he presentado! – añadiendo: - Mi nombre es Rosario, y ¿usted cómo se llama?

- Soy Ignacio. Pero mejor, tutéame. ¡Encantado de conocerte! – Luego añadió: - Perdona que no me haya presentado antes, pero es que llevo pocos días en la residencia y todavía estoy un poco ajeno a todo esto.

- No hace falta que te disculpes, todos hemos pasado por eso, pero verás que pronto todo te resultará familiar.

En ese momento una auxiliar cruzaba el salón  y mientras guiñaba disimuladamente a la anciana, le decía:

-  Doña Rosario ¿se ha hecho daño?

- No, no te preocupes, cariño, D. Ignacio ha sido tan amable de sujetarme, que no he llegado a caer.

- Bueno, pues entonces ahora mismo les traigo la merienda – dijo la joven.

Rosario se giró hacia él y le preguntó: - ¿Quieres acompañarme y te presento a mis amigos?

- Sí, por supuesto – contestó Ignacio.

          Esa tarde compartieron mesa y velada con Amparo y también con Vicente, que se sumó a la reunión. Mientras los cuatro charlaban animadamente, al fondo del comedor, las asistentas comentaban la astucia de Doña Rosario, que con su “ardid” había conectado con Don Ignacio y al mismo tiempo había integrado en el grupo a Don Vicente, lo que Doña Amparo, pese a su glamour, no había conseguido en tantos años.

Hacia las cinco de la tarde

Autora: Pilar Sanjuán Nájera


Hacia las cinco de la tarde, Andrés, nervioso e ilusionado a partes iguales, preparaba su visita a una Editorial de la que había recibido una llamada por la mañana, citándole para las seis, con objeto de tratar de la edición de la novela que él les había enviado hacía varios meses.
 
Andrés, en efecto, había escrito una novela – su primera novela - . Durante cuatro años trabajó intensamente en ella, documentándose exhaustivamente. Llevaba mucho tiempo curtiéndose en el mundo del periodismo; escribía artículos para varios periódicos de provincias; su estilo era ágil, elegante y correcto. Leía mucha y buena Literatura desde muy joven; ahora, a sus 55 años, creía haber escrito algo con fundamento, y no precisamente a la ligera; algo muy meditado. Antes de enviar el borrador a las Editoriales, lo sometió al juicio de familiares y amigos, que eran personas muy formadas, y lo animaron a dar ese paso, asegurándole el éxito.
 
Hacía ya varios meses que había enviado la novela, pero no obtenía respuesta. ¿La habrían echado al cesto de los papeles sin leerla? Sabía muy bien el afán de mucha gente por publicar cosas con frecuencia deleznables, pero él creía en lo que había escrito. Aquellos meses de incertidumbre le parecieron insoportables y perdió la esperanza de recibir una llamada; y de pronto, aquella mañana, sucedió el milagro: sonó el teléfono, él lo cogió lleno de ansiedad y alguien le dijo que esa misma tarde lo esperaban en la Editorial para tratar de la edición de su novela porque les había gustado mucho; las manos le temblaban y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para que en su voz no se trasluciera la tensión.
 
Cuando cogió el teléfono tuvo que sentarse. ¡Le querían publicar su novela! ¿Se iban a hacer realidad tantos sueños, tantos proyectos, tantas ilusiones?
 
Las horas se le hicieron interminables, hasta que a las cinco de la tarde comenzó a prepararse.
 
A las seis, con toda puntualidad, estaba en el despacho del Editor. El Sr. Rodríguez, sentado frente a él, ojeaba el borrador de Andrés; éste, mientras, aprovechando esa pausa, observó el despacho y le pareció un poco ostentoso y de dudoso gusto; miró hacia la mesa y de pronto, se dio cuenta de que en varias páginas de su novela aparecían tachaduras en rojo; esto le inquietó y le desagradó, pero no dijo nada; esperaba nervioso a que el Editor hablara. Por fin, el Sr. Rodríguez, con voz un poco meliflua, dijo: “Permíteme que te tutee, Andrés, porque confío en que de aquí en adelante tendremos muchas ocasiones de vernos; tu novela me ha gustado, pero… (aquí, otra pausa, que hizo revolverse a Andrés en su silla) verás: antes de editarla, y espero que estés de acuerdo, convendría hacer unos pequeños cambios”. Andrés se puso en guardia y procurando no alterarse, preguntó: “¿A qué cambios se refiere?” “Pues mira, empezaríamos por cambiar el título y la portada que tú has elegido; hay que buscar algo más atractivo; al público se le debe sorprender con cosas más impactantes; título y portada deben despertar su interés”. Andrés se atrevió a replicar: “Pero a mí me gustaban ambas cosas, porque están en consonancia con el tema de la novela”. El Editor, con cierta arrogancia, añadió: “Déjame a mí; llevo en esto el tiempo suficiente para saber los gustos de los lectores; se trata de vender muchos ejemplares, ¿no? También hay alguna otra cosita: debes suprimir el personaje del amigo del protagonista; es absolutamente prescindible; en cuanto a la chica, a la que atribuyes origen sudamericano, creo que sería más oportuno que fuera inglesa; lo sudamericano resulta vulgar y demasiado trillado”. Andrés, ya abiertamente contrariado, objetó: “Es que el protagonista conoce a la chica en Colombia; era la hija más joven de una familia guerrillera que luchaba contra las injusticias del gobierno, ¿qué iba a hacer una inglesa metida a guerrillera colombiana?”. “Pues suprime lo de la guerrilla; esta palabra es un semillero de conflictos; la chica puede ser muy bien una inglesa que viaja a Colombia como el protagonista y se encuentran en la selva colombiana; ¡ah! A la novela le sobran 150 páginas y el final es excesivamente trágico; a los lectores no se les puede torturar con finales que dejan mal sabor de boca; en fin, haciendo estos pequeños cambios, podremos editar tu novela”. Andrés, ya sin reprimirse, replicó airado, ¿cómo mi novela? ¿Cree usted que si cambio todo lo que me exige seguirá siendo mi novela? ¿Qué quedaría de ella? Usted piensa que el ser un Editor experimentado le da derecho a mutilar y cambiar lo que se le antoje? ¿Quién se cree que es para intentar todo esto y tachar además el borrador de mi novela? Prefiero que esta duerma en el cajón de mi mesa, a que un desaprensivo como usted haga cambios que además son absurdos, inoportunos, disparatados e inaceptables; mi novela se publicará tal como es, o no se publicará” Andrés cogió furioso el borrador y salió sin despedirse.
 
El aire fresco le hizo bien; caminó largo rato y fue serenándose. Cuando llegó a su casa, aunque se sentía defraudado, también estaba satisfecho de sí mismo porque había reaccionado con dignidad ante aquel depredador.
 

A las cinco en punto de la tarde

Autora: Amalia Conde
 
Las palabras a las cinco en punto de la tarde me traen a la memoria el tiempo en que iba a las clases de Corte a una academia y a la salida me esperaba mi pretendiente y me acompañaba hasta la casa procurando que mi hermano no me viera porque yo tenía quince años nada más. 

Mi pretendiente era de un pueblo, estaba haciendo el servicio militar en Granada, me lo presentó una amiga y compañera del taller de costura a donde iba por las mañanas y a corte por las tardes. 

Una de esas tardesal volver para la casa, mi pretendiente me cogió una mano y me dio un beso  ¡pero en la mano!  

Yo estaba loca por llegar a la casa y mirarme la mano, por si se notaba, pero no me dio tiempo porque en la casa había una desconocida. 

La extraña me miraba muy fijamente, sin hablar, y mi madre tampoco decía nada, así que pregunté qué pasaba, y la que me contestó fue la desconocida, pero con mucha prisa y muy desagradable 

¡¡Pues lo que pasa es que yo soy la suegra de ese que sale contigoque está con mi hija. Y además tienen una niña!! 

Hubiera preferido que me hubiera caído una lluvia de piedras, pero no dije ni media palabra. 

A partir de ese día no quise que me acompañara más, pero él insistía, decía que lo escuchara, que todo era un montaje por odio 

Y así un día, y otro, que ya me sentí acorralada y cuando se acercaba la hora, o sea, las cinco en punto de la tarde, me ponía temblando. Así hasta que lo licenciaron. 

Desde entonces las palabras a las cinco en punto de la tarde me resultan muy pesadas,  porque desde que empiezan haciendo propaganda del torero, de la plaza y de los Miuras, sale a las cinco en punto de la tarde 

Ya sé que es una frase taurina, pero hay muchas cosas dque hablar de una corrida de toros, como del picador, las banderillas, la espada, el traje de los toreros… 

El arte del Fandi poniendo las banderillas, el embrujo de Curro Romero, el peligro que tiene dar pases de rodillas….  

Todo tiene mucha importancia, pero se nos olvidan los cuernos, de no haber cuernos no tendría gracia ir a los toros ¡qué hace una corrida sin cuernos! 

miércoles, 19 de febrero de 2014

Las cinco de tarde

Autor: Antonio Pérez
Eran las cinco de la tarde. Esa maravillosa tarde de un día de invierno, acostumbrado al frío intenso y mal tiempo, esa tarde a las cinco de la tarde, hacía un calor tan acogedor con el sol tan brillante como un lucero. Ese 14 de Febrero a las cinco de la tarde, ese día tan estupendo donde las palomas vuelan juntas y por pares los ancianos toman el sol en el parque. Esas cinco, rosas que he de regalarte y las cinco frases de esta dedicatoria con amor, ilusión y arte, que cinco lagrimas de felicidad yo he conseguido arrancarte.

A las cinco de la tarde, habiendo quedado cinco veces, con mis más 5 mejores intenciones, yo te beso, 5 besos, y otros 5 por despecho.

He de arrancarte 5 “te quieros”, a las cinco de la tarde, en nuestro parque lleno de querubines enfermos, enfermos de un amor ilógico del único día que es obligatorio decirse te quiero, dónde por desuso y desacostumbre hasta el más dulce te quiero, suena casi impuesto.

Mis cinco de la tarde, esas que contigo, a tu lado, se me hace eterno, junto a ti, todo mi universo, tan distantes pero tan cercanos, con tan dilatada y compleja experiencia me dibujas con tus labios tus viejos recuerdos.

A las cinco de la tarde, casi anocheciendo cayendo casi la noche, ajustándote tu rebeca, con esa cumbre nevada mecida por el viento. A las cinco de la tarde, recuerdo tus abrazos, esos, los últimos que me diste antes de marcharte al cielo. Tu mi gran maestra, me enseñaste el verdadero cariño, ternura y afecto, ese que ahora ausento.

A las cinco de la tarde, tu mi querida abuela, que tus consejos de mi han hecho, el más desdichado nieto, suspiro por todos mis poros, por tu viejo recuerdo. Te quiero abuelita y tengo muy en el  recuerdo, ese catorce de febrero a las 5 de la tarde.

A las cinco de la tarde, dónde te consagró en tierra santa, y juré el 14 de febrero, ir a visitarte todos los años, a las cinco de la tarde.