Echó a correr, le puso toda la voluntad y fuerzas del mundo a
aquella carrera que parecía de competición. De pronto se paró en seco, se cogía
las manos con fuerza, se tapaba la cara, se acariciaba el vientre, recorría su
cuerpo llorando y sin dejar de exclamar: ¡los he perdido a los dos! La angustia
le atenazaba el pecho, no dejaba de exclamar me persigue la mala suerte, ¡los
acabo de perder a los dos!
Con los ojos desencajados histérica perdida así la vieron las
personas que se iban arremolinando junto a ella, alguien inducido por los demás
llamó a urgencias. La información que dio fue que una señora estaba gritando en
la calle fuera de sí. No dejaba de exclamar ¡los he perdido a los dos! La gente
llegó a la conclusión que era un aborto múltiple.
Cuando llegó al hospital ya estaban preparados para recibirla
enfermeras, ginecólogos y demás. Al llegar a la camilla se dirigieron a ella
diciéndole: vamos señora tranquilícese y deje de llorar. Le vamos a practicar
todas las pruebas pertinentes, por lo pronto le administraremos un
tranquilizante. Este le iba haciendo efecto, cuando el médico volvió la
encontró más tranquila viendo que ya podía informarla de la exploración que le
habían hecho. El médico le dijo: señora en los análisis de orina y sangre no ha
salido nada anormal, y en la ecografía que le hemos realizado no se ve ningún
rastro de embarazo, ni síntoma de pérdida de ningún bebé y menos de dos.
María, que así se llamaba esta mujer, se incorporó con
expresión de extrañeza, y le dijo: ¿quién le ha dicho que yo he tenido un
aborto?, ni múltiple ni sencillo. El doctor contestó: “usted señora aquí llegó
histérica perdida gritando, ¡los he perdido a los dos! Y dice ella: no señor no
era eso, lo que no me extraña es que no dijera en mi enajenación mental que
había perdido tres. Señora esto aumenta ¿me habla de trillizos? No no, le hablo
de perder el autobús, perder el trabajo que al no ir a tiempo se lo adjudicaron
a otra persona, no me dieron otra opción. También perdí a mi marido, que se fue
con otra dejándome con dos hijos adolescentes. Dígame doctor ¿tengo motivos
para que se me vaya la pinza? Yo pienso señora que tiene razones suficientes
para eso y para más. Y dice María: lo raro es que no haya dicho que eran cinco pérdidas. ¡Señora no siga!
Pues sí, cuando les diga a mis hijos que no tengo dinero ni sueldo se van con
su padre.