viernes, 11 de enero de 2013

Soledad, compañera.

Autora: Elena Casanova


Apareces y desapareces cuando te viene en gana. A veces avisas y te invito estar a mi lado. Las hay que también proclamo tu presencia. Otras, llegas impuesta como una enorme losa que no deja lugar a la huida.

Te conozco y me conoces, ya no hay sorpresas ni miedos y, con la timidez que te caracteriza, asomas la cabeza por el quicio de la puerta y te digo amablemente: ¨pasa¨. Es posible que, de vez en cuando, pases demasiado tiempo conmigo convirtiéndote en rutina, pero los años han resuelto este hastío y en tu compañía encuentro la calma necesaria para replantearme todas esas gestiones íntimas y vitales, arrinconadas en los cajones de mi indiferencia. Cuando estás cerca me gusta analizar la estructura que forja mi conciencia y experimento con cierto placer la simbiosis de pilares, vigas y muros que cimentan la edificación de mi naturaleza. Cuando tu semblante se muestra amable y cortés, descubro un edificio de belleza, de armonías, cálido y luminoso, pletórico de sueños y de color, pero solo cuando expresas complacencia.

Otras tantas, cada vez menos, tu rostro es turbio, oscuro, mezquino, lleno de dudas y todo el esplendor de la construcción se tambalea, pierde su solidez y se desploma para desvanecerse seguidamente en el más oscuro rincón de mi alma.

Acuérdate también de los millones de personas que habitan el universo y no te aproveches de sus circunstancias y cuando vayas a pisar su morada entra de puntillas, analiza sus caras, observa sus ojos, estudia su mirada, y si se hallan taciturnos y con las pupilas perdidas, sal como entraste, sin hacer ruido, hasta que tu visita sea una bienvenida. Y si vuelves, no los maltrates, no te impliques en todo esto que llaman desolación, aislamiento, incomunicación o abandono. Cuando estés a su lado, enséñales a desnudarse sin precipitaciones, con el cuidado de ir deslizando cada fragmento de su vestimenta de forma apacible, para observarse sin miedo las arrugas del tiempo, las manchas de una piel inteligente, las canas que cubren toda una vida, los alardes de una ternura encubierta, descúbreles el sabor dulce de un saber estar con el orgullo y la vanidad de su propia existencia.

Pero ahora no te vayas, nárrame historias fabulosas, ésas que solo tú y yo conocemos. Háblame, porque cuando lo haces, marcas, con la lucidez que te caracteriza, las directrices de un camino colmado de contradicciones, y cuando no quiera saber más, te cogeré de la mano y te invitaré a marcharte.

Pero ahora no te vayas, porque aún no he terminado de encajar las piezas irregulares de mi espacio, y mientras calculo la geometría de mi existencia, SOLEDAD… sigue conmigo.


1 comentario:

  1. TE CRECES EN CADA RELATO,LO HE LEIDO UN PAR DE VECES Y SI TE IMAGINAS OTRO FORMATO PARECE QUE ESTAS LEYENDO POESIA,ASÍ QUE YA PUEDES PROBAR EL GENERO POÉTICO QUE SEGURO LO BORDAS,NO SOY CRITICA LITERARIA,PERO ENTRE REVISTAS Y RELATOS CUALQUIERA SABE SI NO ACABAS FIRMANDO LIBROS.....JE,JE

    ResponderEliminar