viernes, 24 de febrero de 2017

No era mi hora

Autor: Antonio Cobos

Ya dije que iba al último, pero aquel ascensor no dejaba de subir. Cuando me quedé solo, me relajé un poco y puse caras raras ante el espejo. Seguí ascendiendo, sin hacer paradas, y sin que nadie se subiera o se bajara. Por fin, algo preocupado, llegué a la última planta. Al abrirse la puerta, una luz intensa me cegó. ¿Adónde había llegado? Me bajé, y deslumbrado por aquella inmensa luminosidad, tropecé, y caí sobre el suelo. ¡Maldito escalón! Por su culpa, me volvieron a bajar hasta el coche accidentado y me quedé sin conocer aquel atractivo lugar. Poco después, me recogió una ambulancia.


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