viernes, 30 de octubre de 2015

El miedo

Autora: Pilar Sanjuán


El miedo es un sentimiento que nos acompaña desde que nacemos. ¿O quizá antes de nacer? Cuando un feto se sobresalta en el vientre de la madre ante un ruido fuerte, ¿no será también miedo?

Sentimos miedo a las enfermedades o a los contratiempos que puedan sufrir nuestros hijos, nuestros nietos y nosotros mismos.

Hay épocas y circunstancias que acrecientan los miedos. Me imagino lo que sería la época de las glaciaciones, con aquellos infelices que aún no conocían el fuego.

Ahora atravesamos unos momentos inciertos y amenazadores: la crisis de nunca acabar. Es una particularidad aciaga que nos atemoriza, que nos preocupa, que nos hace sentir indefensión.

¿Y cómo no hablar del miedo de esos refugiados sirios que no tienen nada, ni tan siquiera la comprensión y la solidaridad de muchos países?

La ignorancia aumenta los miedos. Conozco a una persona mayor a la que de niña, en el pueblo, la atemorizaba la familia diciéndole que las puestas de sol eran signos del “acabamiento del mundo” (así lo expresaban); ella no ha podido olvidarlo y no puede soportar el momento en que el sol se pone.

El miedo y la ignorancia hicieron al hombre creyente y supersticioso. El espectáculo de la salida y la puesta del sol o de la luna, las tormentas, los eclipses, serían para los hombres primitivos el signo del poder de seres superiores a los que había que adorar para desagraviarlos.

Así pues, cuanto más conocimiento se tenga de las causas naturales de los fenómenos, menos miedo se experimentará.

Este sentimiento que nos hace tan vulnerables, lo han aprovechado siempre los poderes - cualquier clase de poder - para tenernos sometidos: los Dictadores, la Iglesia, los Empresarios (no todos) aquellos “negreros” de siglos pasados que hoy en día se disfrazan con otros nombres (mafias, terroristas, sectas, etc.), todo el que ostenta un poder siembra el temor para hacer que la gente sea obediente y sumisa. El miedo, siempre el miedo.

La Iglesia, con sus excomuniones, con sus amenazas de condenación eterna, ha tenido siempre a sus fieles asustados, sometidos y doblegados.

¿Y qué decir de los Estados? En el miedo de los súbditos tienen la fuerza para manejarlos, así que no desperdician (unas veces con zafiedad y otras con sutileza) esa fuerza para abusar de su poder y conseguir sus propósitos, que son siempre el acatamiento, la docilidad y la obediencia.

Este abuso llega a extremos inconcebibles en las Dictaduras. Recordemos las de Hitler, Stalin, Franco, Pol Pot, Pinochet, etc., en las que se olvidaron por completo los derechos humanos y hubo asesinatos sin cuento, humillaciones y terror.

Los países que en otros siglos conquistaron territorios fuera de la metrópoli - las colonias - cometieron tremendos atropellos entre los nativos, sometiéndolos a fuerza de violencia, y arrebatándoles sus tierras que pasaron a ser del país dominador.

En fin, ¿cómo ayudar a las personas a racionalizar su miedo?

La educación puede ayudar mucho. Es preciso educar sin temores, ayudando a los niños a pensar, pero propiciando un pensamiento libre, crítico, para lo cual se les debe dejar tomar decisiones y si se equivocan, de ninguna manera reprochárselo, para no herir su autoestima. Las equivocaciones enseñan más que los aciertos. Así aprenderán a tener seguridad en sí mismos y no serán tan fáciles de manejar. Hay que combatir la ignorancia y potenciar el conocimiento. Y repito, lo más importante, lo esencial, es enseñar a PENSAR.

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Quiero terminar diciendo que cada vez que acabo un relato, siento miedo de no saber escribir el próximo.
 
 

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