Ahora más que nunca me importa la vida. No
quiero enterarme de cómo voy doctor, ya que en este momento, ni quiero ni puedo
morirme. Mi camino se ha iluminado de nuevo al lado de mi nietecito, que hace que
me sienta como un adolescente y me importe la vida más que nunca porque la
verdad, el niño me necesita y tengo que dejarlo en el buen camino, con paso
firme y marcial marcharemos codo con codo y nos reiremos del mundo entero…
Recogiendo pedazos de mi vida, he llegado a
la madurez, por favor doctor se lo ruego, no me de malas noticias. La vida si
nos paramos a mirarla, es un espectáculo para todos los públicos. Todo el mundo
se las arregla para vivir y reír el mayor tiempo posible. ¿Por qué no yo? Si he
salido de otros trances, también quiero salir de este. ¿Verdad que me
comprende?. Últimamente estaba viviendo
en blanco y negro, pero este niño a puesto todos los ingredientes para verlo
todo de colores como el mismo arcoíris.
Además mi mayor preocupación consiste en
que me encuentro en la obligación de sacarlo adelante como pueda, porque sus
padres todo lo hacen a través de los consejos del libro de “criar niños”, y ahí
no estoy de acuerdo en absoluto. ¿Cómo se las arreglaban antes las madres que
la mayoría no sabían leer? No, no lo dejaré hasta verlo hecho un hombre.
Cuando llegue el buen tiempo, nos iremos de
vacaciones al pueblo. Te harás buen amigo de Nono el perro, ya verás que
juguetón es, sobre todo con los niños.
El tiempo va pasando y Pablito va cambiando a
pasos agigantados. Ha dejado de reptar y ya gatea con bastante rapidez, tiene
la suerte de que el suelo es de madera y le viene de maravilla. Las
alfombras que le ponen sus padres se
están quedando de adorno ya que no para en ellas ni un segundo. A fuerza de
intentos, ha conseguido amanecer y ponerse de pie en la cuna bien cogido a los
barrotes para no caerse. ¡Que feliz se siente en sus desplazamientos! ríe y
chilla como un loco. A mí me pone tan contento que hasta me atrevo a cantarle
alguna que otra canción de las de toda la vida.
Ya ha dado sus primeros pasitos él solo. ¡Me
los ha dedicado a mí! Refugiándose en mis brazos que lo esperaban para
abrazarlo y apretujarlo con toda mi fuerza. Casi le hago daño con tanto cariño…
Pablito me llama “to”, cada vez que me lo
dice se me hace la boca agua deseando que llegue el día en que me diga
“abuelito,” ese día se me irá la cabeza.
Le he regalado unos zapatitos muy cómodos que
le ayudan bastante en su caminar aún vacilante, refugiándose en mis piernas
casi a punto de caer.
Querido niño, quiero recordarte que todo mi
tiempo es para ti. Tengo prisa porque deseo contarte todo lo que te conviene
saber, lo que yo tarde en aprender por tener la cabeza un poco dura y hasta
quiero decirte lo que no he sabido y he
aprendido ahora contigo. Tu sin sospecharlo siquiera porque eres muy pequeño,
me has enseñado mucho con tu inocencia, aunque aún no hables todavía. ¡Ay que
gusto me daría oírte! ¡Qué ganas tengo de que llegue ese día!. Desde que
corretea por toda la casa, no para de dar guerra, eso ¡guerra, guerra!. Pablito
agarra todo cuanto está a su alcance para luego abandonarlo al minuto siguiente
de haberlo explorado. Hay que comprender que está descubriendo todo lo que le
rodea.
Cada vez va quedando menos para el verano.
Veras como te enseño a correr por la plaza y calles del pueblo, de mi tierra en
donde yo, soy yo. Daremos largos paseos y montarás a caballo conmigo.
Contemplarás las montañas y las laderas. También disfrutarás de la huerta con
sus esplendidos tomates, rodeada de hermosos árboles frutales y del agua pura y
cristalina que llega del nacimiento como un regalo de la madre naturaleza.
Conocerás el mundo aldeano, también gozarás
del cálido sol que aquí en la ciudad para poderlo ver, hay que sacar la cabeza
por la ventana ya que lo que tenemos enfrente son casas rascacielos habitadas
por multitud de personas que casi seguro nunca llegaremos a conocer.
Pablito mío, te prometo que llegaré a verte
hecho todo un hombre.
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