A Reme el pueblo se le quedó
pequeño muy pronto. La muerte precipitada de su padre, sepultó con él, una
parte de su vida y futuro. La niña traviesa, que soñaba con volar en el
trapecio de un circo, desde que lo vio por primera vez, se convirtió en una
joven algo reservada, cuando tuvo que abandonar el instituto, para trabajar en
la casa de comidas familiar. De un día para otro, su existencia placentera,
llena de fantasías juveniles, quedó atrás, dando paso a una realidad de adultos.
Desde entonces, su jornada
empezaba con el amanecer, cuando encendía la cafetera, antes de que llegaran
los clientes más madrugadores y terminaba fregando, bien entrada la noche. Pese
a todo, la madre nunca oyó una queja de sus labios, sino al contrario, palabras
de ánimo, cuando la madre maldecía la mala suerte de ambas, Reme tenía buen carácter y se adaptó a lo que
se esperaba de ella, sin mostrar descontento. El duro trance que trastocó sus
vidas, se dulcificó con el tiempo, que fluía ajeno a cualquier adversidad, y
así el devenir del pueblo siguió su camino. Poco a poco, las amigas de Reme se
fueron alejando. Unas continuaron sus estudios en la capital, otras encontraron
trabajo o se casaron y se marcharon. Mientras,
madre e hija iban sacando adelante el negocio, envejeciendo una y
madurando la otra.
Progresivamente el restaurante
fue prosperando, sin embargo, Reme empezó a notar un vacío en su interior que
crecía dejándole un sabor amargo. Ella intentaba estar atareada, para que ese
pesar, que la invadía de forma inesperada, no apareciera y sobre todo, se
esforzaba en ocultarlo. Pero la madre, consciente de la soledad de la hija, en
seguida intuyó la nostalgia que sentía. Así que, justificándose en la buena
marcha de la empresa, decidió que cerrarían cada martes para descansar y
obligarla de este modo, a que saliera a distraerse. El ambiente conservador de
entonces no permitía que una mujer saliera sola, por lo que madre e hija fueron
al cine aquella tarde. La emoción que Reme sintió fue tan intensa, que repetía
cada día libre que tenía, ya fuera acompañada por su madre o alguna prima.
Desde aquella tarde, el peso de toda la semana fue más liviano y la
charlatanería de las conversaciones habituales, menos decepcionante.
Cuando estaba en el cine sentía
que ella formaba parte de la historia que sucedía antes sus ojos. Reía o
lloraba con los personajes, se enamoraba perdidamente del galán que tuviera
ante sí, u odiaba al “malo” de turno. Por un instante olvidaba su vida anodina
y se transformaba en la protagonista que vivía aventuras trepidantes, o se
sentía la mujer más bella, que seducía al actor más atractivo. A veces, si la
película era de suspense, se descubría sentada al borde de la butaca, o estaba
rígida, si era de misterio o terror. Estos momentos fugaces de felicidad,
consiguieron que sus accesos de melancolía se diluyeran, aunque la herida
interior no hubiera cicatrizado.
Pero sucedió un acontecimiento
extraordinario, que cambió la vida del pueblo y sus vecinos. Una productora
cinematográfica extranjera eligió los parajes próximos a la población para
rodar los exteriores de su película. La ingente cantidad de personas que
formaba el equipo de filmación, alteró la desidia del pueblo, donde nunca
pasaba nada interesante. Además, curiosos de localidades cercanas, venían
también, dada la expectación que generaba la noticia del rodaje. Hoteles, restaurantes o cafés, estaban llenos
a cualquier hora. Gran parte de los habitantes fueron contratados para
colaborar con los técnicos en actividades relacionadas con la producción, entre
ellos se encontraba el sastre, el carpintero y otros muchos. Pero lo que generó mayor interés, fue la
participación en la película como personajes secundarios o “extras”.
Afortunadamente para la localidad, la filmación se prolongó más de lo previsto,
dando lugar a la aparición de lazos afectivos entre los visitantes y los
lugareños.
Todas estas circunstancias,
beneficiaron igualmente al negocio de Reme y su madre. Durante los días que
transcurrió el rodaje, un grupo de actores, desconocidos para la mayoría del
público, asistía al establecimiento de comidas familiar. Así Reme conoció a
John, un especialista inglés, robusto y algo tímido. Desde el principio, ella
se quedó fascinada oyendo las anécdotas que contaban entre ellos, relacionadas
con la filmación de escenas peligrosas. Luego se dio cuenta de que él la
observaba disimuladamente al principio y después abiertamente. Más tarde, se
hacía el encontradizo o se demoraba cuando los compañeros salían del
restaurante.
Por su parte, John no sabía explicar que le atraía tanto de
Reme, quizás, pensaba, estaba influenciado por el ambiente festivo del entorno,
pero de cualquier manera sentía que era especial y buscaba cualquier ocasión
para estar cerca de ella.
Definitivamente, esta película
cambió sus vidas. Desde entonces Reme comparte su vida con John. A veces están
en Inglaterra, otras en España y la mayoría de las ocasiones, donde se
desarrolle la película que él esté rodando en ese momento.
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