Echada en el sofá y con la televisión encendida, Irene apenas
logra mantener los ojos abiertos y el
sueño la va atrapando lentamente. De una esquina de la pantalla salen unos
hombrecillos cargados de objetos insistiendo en lo mismo: “¡tienes que cuidarte,
tienes que cuídate!”. Irene siente cierto cosquilleo entre sus labios cuando, frente a su cara, descubre a dos de aquellos individuos, vestidos de un blanco impecable, que se empeñan en
introducirle en la boca un cepillo de dientes. “¡Tienes que cuidarte, tienes que
cuidarte!” repiten una y otra vez.
Apenas consigue apartarlos cuando del otro extremo del sofá
aparece otro personajillo con unos tarros repletos de pastillas pregonando sus propiedades: “con la roja, tu pelo lucirá
fuerte, la amarilla logrará que tus uñas brillen como la luna, y para esos michelines descomunales,
rugosos y fofos, qué mejor que dos de estas verdes, una por la mañana y otra
antes de dormir”. “¡Tienes que cuidarte, tienes que cuidarte!” repiquetea en su cabeza.
Antes de que pueda
darse la vuelta, la cara de Irene ha sido embadurnada por un tipejo calvo y de cara redonda que le explica las
ventajas del maravilloso potingue: “ face sculptor tratamiento efecto ligting
remodelator revolution. Esta maravillosa crema combina una mayor concentración
de Pitera ingrediente natural que ayuda a restablecer el proceso de la
renovación de la piel, con una poderosa
fusión de extractos vegetales, vitaminas, minerales y tres péptidos”. A continuación extiende otra pócima alrededor de los ojos,
enriquecida con una buena dosis de ácido hyaluronico,
elastapol, oleo-amido y algunos cuantos componentes más, imposibles de descifrar. “¡Tienes que cuidarte,
tienes que cuídate!”
Cuando la piel de Irene se ha librado de estas sustancias viscosas, siente que el pelo de una brocha le
esparce una base de maquillaje al mismo tiempo que le insisten en la necesidad de mostrar una piel
nueva, suave, natural, radiante, joven, luminosa, firme y sana. Luego, unos toques de rímel de tecnología superior y fórmulas innovadoras sirven para alargar, dar volumen, espesor hasta conseguir un estilo dramático. “¡Tienes que cuidarte, tienes que cuídate!” insisten.
Y mientras todos estos hombrecillos embadurnan, acicalan, embellecen, adelgazan, alisan,
iluminan… desfilan por la pantalla decenas de productos que elevan la autoestima; decenas de productos
necesarios, imprescindibles; decenas de productos para hacerte dichoso, para
sentirte satisfecho y encantado; decenas de productos...
¡Menudo aparato sensiblero, manipulativo, sectario, morboso! ¡Qué mejor instrumento para engendrar consumistas y producir infelices!
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