jueves, 24 de abril de 2014

Cambios

Autor: Antonio Cobos

La epidemia se extendió, sin excepción, a lo largo de todas sus extremidades. Los pequeños y numerosos bultitos fueron endureciéndose y enquistándose bajo la piel de sus apéndices. Crecían de tamaño y tensionaban cada vez más la superficie, listos para explotar. Cuando estallaron percibimos que unas eran rojas, otras de color rosa y algunas otras eran amarillas. ¡Llegó la primavera!
 
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Tras el largo periodo de lluvias, bastaron tres días soleados para cambiar la fisonomía del valle. El monótono sonido de la lluvia y el verde húmedo del suelo, se transformaron en una variedad increíble de cantos y sonidos y en millares de puntos de colores, que entre los verdes limpios y brillantes, agradecían al sol su fuerza, llena de energía y de luz. ¡Ya es primavera!
 
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Al estallar mi primavera, compartí vivencias y caricias y me hirió con fuerza la flecha del amor. Creé y transmití, y llegué a la cumbre a fines del verano. Comencé un lento descenso, casi sin darme cuenta, hollando suavemente miles de bellas hojas ocres y amarillas. Hoy, sentado en mi sillón y con mi ralo pelo cano, miro hacia atrás, y satisfecho, siento aún enormes ganas de vivir.

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