lunes, 18 de marzo de 2013

Utopía

Autora: Pilar Sanjuán


Con el malestar generalizado que hay ahora en nuestro país a causa de la corrupción, la crisis, el paro, el hundimientos de los dos partidos mayoritarios por méritos propios y la desafección de los ciudadanos hacia los políticos, cuyo único mérito es mentir como bellacos, la palabra UTOPÍA nos suena a esperanza, a música celestial, a horizonte lleno de luz, de armonía.

Me cuesta imaginar un país donde los niños acudieran a la escuela con entusiasmo porque las enseñanza fuese atractiva; donde pudiesen disfrutar gratuitamente de comedores, material, excursiones, grandes patios de recreo con césped y arbolado, espaciosos pabellones para gimnasia y deportes, buenos profesores de idiomas, becas para salir al extranjero y una buena, buenísima relación entre maestros y alumnos.

¿Cómo sería la enseñanza universitaria en ese país imaginario? Con alumnos que pudieran expresar libremente sus opiniones, y con profesores del estilo de Aranguren, García Calvo, José Luis Sampedro o Tierno Galván.

Más aún me cuesta imaginar un país donde los políticos fueran íntegros, que estuvieran en política por vocación, bien preparados para servir al ciudadano y hacerle la vida más fácil y no para enriquecerse; en el que la justicia fuese igual para ricos y pobres, donde no se permitieran abusos de las multinacionales del petróleo, la electricidad, etc. Donde todo el mundo tuviera trabajo y una vivienda confortable, que les permitiera descansar después de la jornada.

Un país sin ciudades mastodónticas y ruidosas, con medios de comunicación cómodos y baratos, muchos parques, museos gratis, una vida cultural activa y variada y para ello dispusiera de teatros, salas de exposiciones, cines, conferencias, todo para enriquecer la mente de los ciudadanos y hacerlos más críticos y más inconformistas. Donde se pensara especialmente en la tercera edad, dándoles lugares de esparcimiento, para disfrutar de un ocio bien ganado, para conocer gente, hacer amistades y hasta propiciar –por qué no- enamoramientos ilusionantes.

¿Y cómo sería la televisión en ese país? Pues una televisión de calidad en la que no tuvieran cabida, o al menos, no se prodigaran las Belén Esteban, el culto a futbolistas y toreros ricos y guaperas, la babeante dedicación a la duquesa de Alba o a la familia real, donde los noticiarios no estuvieran manipulados y a donde no llegara la sombra alargada y siniestra de Berlusconi.

Y qué maravilloso sería un país sin contaminación, que protegiera la Naturaleza, donde estuviera prohibido hacer agujeros de prospección en cotos como el de Doñana, que ha tenido la mala fortuna de estar bajo la “protección” de Felipe González, que ahora ha dado permiso a Gas Natural para que deje aquel maravilloso lugar como un queso de gruyère, con el peligro de ahuyentar miles de aves migratorias. ¿Y por qué ha hecho eso Felipe González? ¡Ah! Porque le han dado un cargo importante en esa multinacional y el maldito dinero hace que algunas personas se vuelvan seres insaciables y carroñeros sin escrúpulos.

También sería de desear un país con buenos hospitales sin listas de espera, con buenos ferrocarriles, aeropuertos con aviones sin retrasos ni aterrizajes forzosos por falta de combustible, un país donde se gastara bien el dinero de los contribuyentes, impidiendo obras faraónicas e inútiles como el aeropuerto de Castellón cuyo deterioro ha hecho que crezca un yerbazal que sirve de pasto a miles de conejos de la zona.
En este país utópico, los bancos y cajas de ahorros, estarían al servicio del ciudadano, sin ánimo de lucro, sin cobrarnos hasta por respirar y evitando que caigamos en la tentación de guardar el dinero en el calcetín.

Y para terminar, lo más extraordinario de este país de “Jauja” que imaginamos, sería que los Urdangarinos, Bárcenas, Bonus, Blancos, Sepúlveda, Rajoys y demás políticos bajo sospecha, si se confirman sus delitos, los pagaran con cárcel y devolviendo lo que han robado, terminaran con la crisis. Que así sea.

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