Autora: Pilar Sanjuán
I.- La forja de una candidata de derechas.
Patricia, seguida de sus incondicionales,
subió al estrado que ocupaba el centro del estadio y levantó los brazos. La
multitud que lo llenaba hasta la bandera la aclamó, puesta en pie, con grandes
gritos de ¡¡PRESIDENTA-PRESIDENTA!! y aplaudiendo sin parar. Ella cerró los
ojos para oír con más nitidez aquel clamor ¡Había soñado tanto con aquel
momento! Hizo rápidamente un recuento de lo que le había supuesto llegar hasta
allí. Por el camino habían quedado algunos “cadáveres”; nada que le quitara el
sueño; daños “colaterales” que eran difíciles de evitar: Recordó la traición a
su mejor amiga a la que le había quitado el novio, politólogo, para que le
ayudase en los avatares de lo que era la política; luego lo dejó tirado. Se
enteró de que su amiga había cogido una gran depresión, ¿qué culpa tenía ella
-Patricia- de que su amiga fuera tan blanda? Pensó también, sin asomo de
remordimiento, en el cabeza de lista de uno de los partidos que le hacían
sombra. Fueron amigos cuando ambos entraron en política y él, fiado de la
amistad que les unía, le contó ciertas irregularidades cometidas a lo largo de
su andadura como aspirante a encabezar su partido. Patricia filtró a la prensa
esas irregularidades y él tuvo que abandonar; su formación se hundió. Un
contrincante menos, se dijo Patricia con satisfacción.
Ella tampoco tenía una trayectoria limpia,
pero nadie se iba a enterar. Para financiar la campaña, había pedido ayuda a
dos poderosos amigos de su padre, del Opus Dei como él, que tenían contactos
con empresarios importantes; estos dieron el dinero. Ella sabría
recompensarlos. A los amigos de su padre les reservaría los dos mejores
Ministerios.
Ahora encabezaba el partido más votado,
¿cuál de ellos hubiera llenado el
estadio como aparecía ante sus ojos? De las cuatro restantes formaciones, tres
eran minoritarias, y a la cuarta, de izquierdas y bastante reciente, las
encuestas le daban un resultado claramente por debajo del suyo.
Acabados los discursos, muy aplaudidos,
Patricia se fue a descansar. Era viernes, y el domingo se celebraban las
elecciones. Quería estar en plena forma. Pensaba para ello hacer en su casa un
rato de yoga.
El domingo, después de votar, se encerró con
sus colaboradores en la sede del partido. Hicieron acopio de botellas de
champán y bocadillos y esperaron con alborozo el recuento, una vez cerrados los
colegios electorales.
Desde que comenzaron los primeros
resultados, su partido iba en cabeza muy destacado, así siguió con el 40 %, el
50 % y el 60 % de los votos escrutados. Era arrollador. Patricia y sus
incondicionales, locos de entusiasmo y dando vivas al partido, descorcharon las
botellas, impacientes por celebrar lo que se preveía.
Cuando volvieron los ojos hacia el
televisor, el jolgorio enmudeció: su partido había perdido votos y el
izquierdista casi lo alcanzaba; los otros iban muy a la zaga. Con el 70 % de
votos escrutados, los dos partidos estaban igualados y desde ese momento, el
partido rival fue subiendo y superando al de Patricia en, 15, 18, 20 escaños.
Al terminar el escrutinio, el partido de la izquierda superaba al otro en 25
escaños. Había conseguido la mayoría absoluta. El estupor y la decepción
dejaron a Patricia sin habla.
II.- Candidatos/as a Eurovisión.
Después de varias eliminatorias, quedaron
dos candidatos: una chica y un chico. Ambos tenían buenas voces y buen estilo,
aunque muy diferente: el Jurado lo iba a tener difícil.
Salió la chica a “defender” (así se dice en
el argot eurovisivo) su canción y lo hizo con mucho brío; la canción no era
excepcional, pero ella tenía una gran voz y mejoró la calidad de dicha canción.
Fue muy aplaudida así que se retiró con el convencimiento de que sería la
triunfadora.
Salió el chico y a ojos vistas se notaba que
era tímido. Ni asomos de la seguridad y desenvoltura de la rival. Comenzó a
cantar y fue de menos a más; tenía gusto, la canción era buena y la interpretó
de forma impecable.
El Jurado deliberó durante un buen rato.
Salieron al escenario los dos intérpretes nerviosísimos. Un miembro del Jurado
se puso en pie y después de mirar a los intérpretes y ponerlos aún más
nerviosos, empezó a decir como siempre: ”los miembros de este Jurado (en ese
momento, la chica hizo ademán de ir alzando los brazos) consideran finalista...
y pronunció el nombre del chico. Ella se quedó como herida por un rayo. Sus
brazos cayeron a lo largo del cuerpo y en vez de felicitar a su compañero,
salió a toda prisa del escenario, refugiándose entre el público.

El chico se echó las manos a la cabeza,
enrojeció y pareció encogerse, abrumado. De pronto, se acercó al Jurado y habló
un momento con ellos. Los componentes del Jurado hacían gestos de asombro y
porfiaban con él sobre alguna cuestión que nadie entendía. Al fin, el chico se
fue y ellos deliberaron un rato. El miembro que había leído la decisión a los
finalistas, salió en busca de la chica que estaba toda llorosa entre el público
y le dijo que por abandono de su rival, la finalista era ella; el chico les
había dicho que no se sentía capaz de soportar todo lo que se le venía encima:
entrevistas, viajes, actuaciones, y por fin EUROVISIÓN.
III.- Fórmula 1. Candidatos a
Campeones del mundo. Circuito de Mónaco.
Veinte participantes aspiran a ganar el Campeonato.
Parten como favoritos el piloto italiano con un Ferrari y el francés con un
McLaren.
En los entrenamientos libres habían
demostrado que estaban en plena forma y en el clasificatorio, el italiano
consiguió el 1er puesto y el francés el 3º. Sus respectivas escuderías habían
revisado los bólidos hasta la extenuación. Entre ellos había una gran rivalidad
y apenas se hablaban. El piloto francés, por demás arrogante, no caía bien a
nadie. Llevaba varios días alardeando de que era imbatible y le iba a arrebatar
al italiano el título de Campeón que ahora ostentaba.
Comenzó la carrera; 78 vueltas en un
circuito lleno de dificultades. El piloto francés pronto ocupó el 2º puesto,
detrás de su rival, que seguía en cabeza bastante destacado. El Ferrari volaba
y los ímprobos esfuerzos del McLaren por alcanzarlo eran inútiles.
Tras varias vueltas, el francés, en una
maniobra peligrosa, caso rozó el coche del italiano, que pudo a duras penas
esquivarlo. Los demás pilotos se percataron de la lucha abierta entre ambos
contendientes.
Hacia la mitad de carrera, el piloto francés
logró colocarse a la altura del italiano y al intentar rebasarlo, le embistió
por detrás y ambos coches saltaron por los aires cayendo uno junto al otro con
las ruedas volando en todas direcciones, y las carrocerías destrozadas. Tres de
los pilotos más próximos, sin tiempo para frenar, se empotraron también en
aquel amasijo de hierros retorcidos, puertas arrancadas, humo, confusión y
caos.
Aunque heridos, cuatro pilotos salieron por
su propio pie de sus coches; el 5º, el francés, necesitó de la ayuda de varios
compañeros, porque estaba atrapado entre lo que quedaba de su McLaren; justo
cuando éste comenzaba a arder, pudieron rescatarlo y todos se apartaron
rápidamente.
La carrera se suspendió y al día siguiente, el parte médico decía:
cuatro pilotos sufren heridas de diversa consideración pero su estado no es
grave. El piloto francés presenta quemaduras en sus dos manos, de tal
envergadura, que le impedirán volver a conducir ninguna clase de vehículo.